No me gusta meterme en estos berenjenales. Añádasele al hecho del aburrimiento que me provoca, el mero desdén que por ello siento. Hablo de la política, de qué va a ser. Nunca he manifestado mis ideas, ni lo haré, aunque me pongan la soga al cuello, primero porque a nadie le interesa mi ideología, si simpatizo con Vara o Monago, si me saludo por la calle con Ricardo Cabezas o le quito la mano a Fragoso. Con todos me beso, con todos me abrazo, y a todos les deseo un grato día.
Pero ya hemos tocado el techo. El colofón, la guinda del pastel ya está en escena. Y ante esto no puedo callarme. He decidido dejar que se calmen las mareas para actuar ahora, para mover mi pluma al compás de la irritación. Me toca muy de cerca el tema, tan de cerca como que un familiar mío, más próximo de lo que se podrían imaginar ustedes, padece la enfermedad. Y lo que más irritación me causa es que haya sido protagonista un inhumano de izquierdas –aunque manifieste lo contrario-, un ser luchador por la paz obrera, un “Cristo de la coleta”, alérgico de los trajes de chaqueta, afín a las camisas desbotonadas y el atuendo como de universitario con prácticas por la tarde, eso sí, aunque en la gala de los Goya no se le vea ni la nuez con el cuello cerrado y pajarita, que ni yo en la graduación de mi hermano, o en la boda de cualquiera que me invite.
Y le dirijo esta tribuna a él y a todos los que piensan como él, dirijo mi furia y mi decepción, su falta de solidaridad y su carencia de valores, por cierto que ya me lo estaban demostrando muy al principio de sus irrupciones. Por supuesto que hablo del señor Iglesias (Pablo Iglesias) y todo ese rebaño de Podemos y de la piara insultante que se ha levantado contra Amancio Ortega y su última donación. No di crédito cuando me informaron de las declaraciones que esta banda de imbéciles, idos, torturados de neuronas, cantamañanas, carantamaulas, hijos de su mismísima madre porcina, habían hecho públicas. En su enajenación mental han transformado lo que es una entrega altruista por el bien de la sanidad pública, y por el bien individual –no saben lo que alivia a esas personas, desgraciadas personas, que padecen cáncer saber que existen caritativos millonarios que en su fortuna, en su montaña de dinero, se acuerdan de ellos- en una limosna deshonrosa. ¿Una limosna deshonrosa? ¿Es usted consciente de lo que está diciendo, señor Iglesias, tú y toda esa morralla que se muestra de acuerdo contigo? Y en este punto ensalzo a quienes se han separado de este pensamiento, a los que militan con él y que aun así, demostrando sesera y nada de abducción a lo Maduro, han dado muestras de sentido común y de justicia. ¿No saben que este tipo de personas lo que más necesitan es amparo social, tener la confortadora seguridad de que hay gente que le abre los brazos, que empatiza con su angustia, que están ahí, simplemente, escuchando, sin entorpecer, ayudando y ayudando, siempre ayudando? ¿No habéis leído estas declaraciones que recoge el ABC?: <<Antes de que llegara la máquina donada por la Fundación de Amancio Ortega, la que teníamos en Tenerife te aplastaba los pechos, era bastante doloroso. Con el avance yo saltaba de alegría. Por eso me parece vergonzoso lo de Podemos>>. Y a mí también me parece vergonzoso, tan vergonzoso es su discursito de odio y envidia –en eso se resume ese partiducho aspirante a la riqueza, al dominio, al exterminio de la clase pudiente- como el hecho de su descaro. Hablo de descaro porque el defensor de la clase obrera, el que siempre se acuerda de la sanidad y la educación pública ha destinado fondos –ojo, ha destinado, pero no a ninguna ONG, ni a la mismísima sanidad y educación, como digo- a su propio beneficio, con ese chalet en buenísimas condiciones, para vivir holgadamente. Y ojo, no estoy criticando su derecho y lo lícito que es que el señor Iglesias y su pareja se hayan instalado en ese caserón –yo si pudiera también lo haría-, como también han hecho otros políticos, sino que la crítica hace referencia al continuado desprecio demostrado por este individuo de que ciertos sectores vivan donde él ahora mismo. Recordemos la que le lió a ese cardenal del Vaticano que habitaba –creo que sigue habitando- en un pedazo de ático; o a este político que se había gastado tanto dinero en tal cosa. Se predica con el ejemplo. Y si le parece una limosna lo que ha donado Amancio Ortega, en lugar de donar esa limosna a su propio confort, que lo hubiera hecho con el mismo fin. (Me río de la bajada de sueldo de la señora Carmena, o de Colau, o del viaje en metro que la primera hacía hasta el Ayuntamiento. Todos estos gestos no se los cree nadie). ¿O es que tiene cosas que esconder? ¿O es que esa camisa desbotonada es la piel de cordero? ¿O es que ni él mismo se cree lo que está predicando su doctrina? ¿O es que le fastidia el protagonismo que está cobrando el señor Ortega, sin tener en cuenta la cantidad de trabajo que genera y la ingente cantidad de personas que de él depende? ¿O es que, hablemos sin tapujos y quitémonos los pelos de la lengua, esa banda de hijos de puta no tiene caridad, cerebro, corazón, y les importa tres cimbeles lo que a esos enfermos que necesitan avances tecnológicos y de investigación les pase? ¿O qué es lo que pasa? ¿En qué se está transformando España? ¿Y qué está pasando con la Izquierda? Hace un tiempo creía en esta utópica ideología, pero poco a poco se está desmoronando lo que antes se había consolidado en mi cabeza, como también me ha pasado con las creencias religiosas.
Pido disculpas por este artículo que en sí es un arrebato, fruto de la impotencia que la situación política me está ocasionando. Pero creo que merece la pena defender nuestros ideales, cosa que me ha enseñado también la Izquierda. Aunque a lo mejor, y ya voy enterándome, no todos los ideales –ni las creencias- pueden ser defendidos. A lo peor, existe una única doctrina, un dogma político, y no nos hemos enterado. A lo peor la canallada anti-limosnas se ha desnudado ante la opinión política, y por fin hemos podido contemplarles, con la colita al aire, los huevos colgando como su pensamiento, su religión; y la chirla excitándose con el panfleto y los pezones al viento. Y pido disculpas al linchamiento que esta tribuna pueda generar, pero bien poco me importa. Tengo en mi mente a ese familiar cercano con el que he convivido para afrontar la enfermedad; tengo en mente su rostro al escuchar la intervención del hijo de mala madre de Iglesias, y en los otros muchos enfermos defraudados y decepcionados, a quienes les ha jodido la falta de benevolencia. Y en vista de la irritación surgida, escribo esto porque me da la gana, porque tengo derecho a opinar, porque hay libertad de expresión. Es lícito –como comprarse un chalet- manifestar nuestras ideas, hacer pública nuestra expresión como también fue lícito sonarse los mocos con la bandera de España.
Basta ya de gilipolleces, gente de Podemos, detractores de Izquierdas. Tened en consideración los que como yo no creemos en nada ni en nadie, únicamente creemos en el pelotón de fusilamiento que poco a poco se está construyendo en este país de ametralladora y de fascismo disfrazado de “antifascismo”.