Parodiando casi el mismo título de una famosa película, mi amiga preguntó en la consulta médica: “¿Qué me pasa doctor, en la rodilla?” “Que le va a pasar, (le dijo el galeno), que tiene el mismo DNI que usted”.
No se rían, ya ven ustedes cómo va todo. Así la cosa, se me ha ocurrido que debo consultar a alguno de esos filósofos cercanos, sobre segundas oportunidades posibles, y si conocen alguna receta al efecto. Para aplicarla con buenos ingredientes. Pues, al parecer, son bastantes comunes las situaciones de rupturas abruptas detrás de las cuales nace la sensación de proceso inacabado al que muchas personas se enfrentan. Mayormente, si nadan contracorriente de lo políticamente correcto, de lo que se entiende como tal por grupos determinados de influencia.
Lo vemos a diario. Planteamientos generales y sin matices se han abierto paso en campos diversos como el feminismo, la política, o la educación. Y observas que arrasan con éxito, dando unas nuevas normas que elevan unos comportamientos y denigran otros, a pesar de tener siempre en la boca la palabra tolerancia. La relación hombre-mujer es uno de ellos. Es curioso que en momentos igualitarios como los de ahora, las relaciones entre ambos convivan con ideas prefabricadas que juegan a inhibir lo sano y espontáneo de las mismas en demasiados aspectos.
Es normal, si lo analizamos desde un punto de vista humano; cada persona somos reflejo de nuestras circunstancias y desde ellas casi siempre nos explicamos el mundo. Una maldita experiencia en cualquier campo hace muy difícil la centralidad del juicio y la objetividad absoluta. Si a alguien le fue mal en el matrimonio, en la escuela o en un puesto político (por seguir con los ejemplos antes propuestos) tenderá a resaltar las carencias, que al fin y al cabo deslucen o invalidan un planteamiento general al no cumplirse éste, al menos, en el caso particular que les ha afectado. Con toda la razón.
El psicólogo recomendará, entonces, buscar el círculo de las equidistancias. La equidistancia de un punto interior llamado centro. Hacia el qué, sin rescatarnos, dirigimos todos la vista. Y usando una buena brújula, si hiciera falta.
Lo sorprendente es cuando la brújula de los círcuitos cambia, y lo que se tenía por “espeso” y fuera de interés se convierte en algo nuevo. Y viceversa. Porque entonces llega el descoloque de ver lo mismo de siempre reconvertido en algo moderno, a tenor de las declaraciones de los que llegan ahora, obligados por su necesidad de verse aparecer en el escenario. ¡Pero si dicen lo de hace veinte años! no se yo, ¿eh?, no se yo por donde acabará el jubileo, jajaja.
En directo, hay cosas que no son mejores ahora, amigos. Por ejemplo, el Campus Calderón de Baloncesto. Llegó a Cáceres para asentarse y acabó yéndose a la Ciudad hermana de Badajoz, en tiempos de gobierno municipal de Nevado, sin ser sustituido por ninguno, pues el que dirige Piti Hurtado se hace en Jaraiz. En fin...
Carmen Heras