Una de las más desternillantes canciones que haya oído en los últimos tiempos se llama “Viejoven”. Hablamos de la “obra” de una no menos delirante formación musical, denominada (apriétense los machos) “Ojete calor”, criatura parida por el cómico Carlos Areces.
En esta canción que he traído a colación, se define con ese suigéneris término a aquellas personas que aunque su edad biológica no lo acredite, los rasgos físicos propios de tales individuos parecen ser más propios de una persona mayor.
El término en cuestión, el de viejoven, se ha declinado casi de forma natural para referirse a todos aquellos jóvenes que atesoramos un estilo de vida calmado, más propio de una edad más tardía, entre los que yo me encuentro, por supuesto.
Dado el caso, me parece interesante y humorístico a la vez (hay que tomar las cosas serias con una cierta sorna, puesto que de lo contrario moríamos en lo prosaico de la vida), ir un poco más allá en este post, promoviendo una tercera dimensión del concepto para hacer alusión a los nuevos políticos, aquellos nacidos del naufragio y del desgaste de la vieja política.
¿Y por qué este silogismo? Pues porque se lo han ganado a pulso, sin duda.
Que conste que hay excepciones, como todo en la vida, algunas conocidas por todos nosotros tanto en larga (más difícil extraer conclusiones fundadas) con en la corta distancia. En mi caso, puedo hablar con una cierta cercanía de algunos casos concretos (personas) de la política extremeña, que movidos por una cierta ilusión y compromiso por su tierra, dieron un paso al frente arrimándose a estas nuevas formaciones nacidas de la fragmentación de los bloques clásicos de la transición. Ni que decir tiene que también existen en los partidos tradicionales, lo cuál damos por sentado, pero esa cuestión no es el objeto de este debate.
Tal es el desencanto que han generado entre las nuevas generaciones de españoles los políticos viejóvenes, a las que han movilizado por el cambio, que merece la pena ahora denunciar su inoperancia, sobre todo teniendo en cuenta los motivos de la misma, la lucha de egos y de cargos, algo que por otro lado, denunciaron los nuevos mesías de la política representados por las cabezas visibles en las nuevas formaciones.
Nada más lejos de la realidad; ni morados, ni naranjas, ni verdes, todo parece ser lo mismo, todo sigue oliendo a nafatalina…ponme un cargo y cuarto y mitad de sillones, por favor, y si no es así, me enfado y bloqueo al país entero.
“Podemos” empezar con el comienzo, es decir, por el partido nacido de las movilizaciones del 15M; vaya cortina de humo tan pasmosa que nos vendieron. Ni el casoplón de Galapagar (“yo con mi dinero hago lo que quiero”, máxima capitalista donde las haya, sin duda) ha podido desacreditar tanto al líder de la coleta como su actitud obsesiva por alcanzar una carta ministerial cueste lo que cueste, sin forzar, por ejemplo, cuestiones programáticas de base.
¿Qué decir del autoproclamado Adolfo Suárez de la política Viejoven, Albert I de Orange, un liberal que parece haber olvidado los principios básicos de tal inclinación ideológica, y que está enfrascado en la negación constante de las soluciones menos malas para el país?
De la derechita valiente poco puedo decir yo: a mí nunca me inspiraron confianza, sobre todo después de ver como en su puesta en escena de Vistalegre, se valieron del himno legionario por antonomasia…vade retro, Satanás. No obstante, por lo que se lee y por lo que se oye, hasta los defensores más férreos de la banda de “Santi el potro”, empezando por mi admirado Fernando Sánchez Dragó, la desilusión campea por esa España viva a la que se referían…
En fin, que como dice mi buen amigo Paco Macías, uno de esos que entraron en política por compromiso y responsabilidad ciudadana, “con estos bueyes hay que arar”.
Señores militantes de base de esta nueva paleta de colores de la política viejoven, apriétenle las tuercas a estos césares que han puesto como representantes de todos, por favor. Si hay que actuar con orden jacobino, háganlo, que rueden cabezas si es necesario.
Es francamente vergonzoso que nos encontremos en una situación como la que tenemos, en la que los únicos consensos alcanzados hayan sido en sesiones de plenos municipales donde se ha debatido la subida de sueldos o la asignación de cuotas de asesores y liberados (Badajoz, gran escándalo, por cierto), y que sin embargo, para el resto de cuestiones fundamentales, es decir, gobernar, no prevalezcan objetivos comunes y sentidos de Estado, y de eso tienen mucha culpa los viejos pero también los viejóvenes, lo cuál hay que denunciar con toda la indignación que podamos, desde dentro y desde fuera de las nuevas alternativas que consiguieron levantar los ánimos de una sociedad asqueada, dormida, sumisa…en fin, la sociedad española.