Primero me dicen que correr es de valientes y yo me lo creo, pero luego llega no se quien y afirma todo lo contrario, que es propio de cobardes y que por eso es mejor andar y no complicarse la vida. No hace tanto circulaba por ahí un comentario lleno de gracejo, incorrecto a buen seguro en las prácticas actuales, de que el andar engorda pues, se mire para donde se mire, hay bastante gente obesa caminando...
Los humanos miramos el dedo cuando nos enseñan la luna, lo certifico. A veces por interés manifiesto, otras por todo lo contrario. Basta con que asome por algún lado la crítica para que dando un golpe de tacón miremos para otro sitio y nos pongamos a hablar del universo. O del calor, que también vale. Nos aleccionan o, al menos, nos sentimos aleccionados. En el Gimnasio ya lo han hecho conmigo varias veces: “¿Me permite que le diga una cosa? (se acerca la mujer, solícita), está haciendo mal el ejercicio, yo se lo explico” y te obliga a cambiar tu destino transcendental con la máquina.
Todo el mundo sabe más que tú. Esto se nota mucho en las ciudades pequeñas. Te preguntan por alguien o algo y cuando empiezas a contestar te interrumpen: “Ya lo sé, ya lo sé, estuve allí, hablé con fulano o mengano, me dijo lo mismo...” y comienza una competición absurda entre los saberes de las dos personas que estaban conversando. ¡Ay, Señor!
Como aquella mañana en la que yo había ido a lavarme mi pelo fino a la peluquería de siempre, pero el trajín del día había dado al traste con mi peinado. Caminaba en dirección a mi casa cuando una mujer madura me paró en la acera. “Permítame que le diga algo” y me suelta un “chorreo” acerca de que una alcaldesa debe de cuidar mucho su pelo y que ella ha sido peluquera por muchos años, habiendo tenido gente de “postín” entre sus clientas. Yo la miraba entre divertida y atónita, no lo duden, dudando entre unas cuantas contestaciones adecuadas para darle. Opté por la más educada, ya saben...por el rol y aquello del qué dirán...
Hay una incontinencia desafortunada en las formas cuando un ciudadano se dirige a quien entiende cómo un servidor público propio, que siempre llamó mi atención. “Carmen (me dijo muy seria una colega), hoy cuando me iba a trabajar a las ocho de la mañana, ya había varias cacas de perro en mitad de la calle, no se qué hacéis y cómo lo permitís”. Aquel día, mi contestación salió sola: “Pues yo no las he dejado ahí, ¿no te parece? Ni tengo perro, ni vivo en la zona. Algún paisano lo ha hecho, enfádate contra él, por mal vecino”. Y así vamos. Cada día algún medio se hace eco de que el nuevo gobierno de Madrid ha tomado decisiones para deshacer cuestiones implantadas por Manuela Carmena. Pues en Cáceres durante 8 largos años se ha venido haciendo lo mismo, sin que ninguna fuerza política o voz ciudadana haya dicho nada al respecto. Y algunos eran asuntos importantes que se truncaron. Puede ser que en esto y sin que sirva de precedente, las provincias nos hayamos adelantado a la capital.
Carmen Heras
