La Feria del Libro en Cáceres se ha retrasado este año; lleva ocho repitiendo idéntico formato, aprovechando las publicaciones de la Universidad y de la Diputación y dando cabida a cualquier edición de particulares que hayan pedido presentar su libro durante estos días en la carpa preparada al efecto en mitad del paseo de Cánovas. Vienen también algún que otro autor conocido con ediciones ampliamente vendidas o al menos presentadas al público hace tiempo.
Por lo qué sea, quizá fechas electorales, quizá final de ciclo de una alcaldesa, este año hay mayores protestas en torno a la Feria y a la cultura (o no) que genera. La cultura, que tiene muchas explicaciones, pero que tan difícil es de definir. Muchos y muchas han dado su testimonio sobre ella: Malraux, Cortázar, Machado, Simone de Beauvoir, Pessoa, Trotsky...
“Lo que queda, después de haber olvidado todo lo aprendido”dijo Malraux; “ejercicio profundo de la identidad” afirmó Cortázar; “la que piensa que (la contemplación) es la ocupación digna de un hombre, se deleitó Wilde; “la buena educación del entendimiento” para Benavente”; “no el leer mucho, no el saber mucho, sino el conocer mucho”, aprecia Pessoa; “el arte y la cultura forman otro frente de lucha”, rotundo Trotsky.
Eso si. Siempre han recomendado cultura los expertos: “Es preciso elevar al pueblo a la altura de la cultura y no rebajar la cultura al nivel del pueblo” declaró (no sé si un tanto elitista), Simone de Beauvoir. Y Vazquez Montalbán reforzaría “la elaboración de la cultura, y sobre todo la cultura como patrimonio, lógicamente ha correspondido a intelectuales ligados a las clases dominantes”.
Yo no sé si algunas de las definiciones anteriores se relacionan con la Feria de Cáceres. En el fondo puede que si, aunque en lugares pequeños como este se vean siempre caras más o menos conocidas y la actividad se convierta en un acto más de sociedad, más o menos concurrido.
Para mi es difícil hacer cultura si no es desde la generalidad y la universalidad y a éstas solo se llega desde las cuestiones más cercanas a las propias personas que la disfrutan. Es la llamada cultura de la proximidad, porque aquí como en tantas cosas solo existe de forma certera cuando se participa en ella y hay retroalimentación en los dos sentidos, la llamada cultura de base y todo eso. Conseguida a través de programaciones organizadas, si me apuran, incluso didácticamente.
Leyendo libros, por ejemplo, asistiendo a audiciones donde se leen y debaten libros. Algunas librerías lo tienen incorporado ya a sus ofertas. Y es un estupendo placer cultural.
Carmen Heras
