Hay una fábula, con su consabida moraleja, denominada “el traje del emperador” o “el rey desnudo”. En ella se cuenta la historia de un rey tan narcisista que necesitaba tener para cada momento del día un traje nuevo a cual más caro y elegante.
Un día llego a su presencia un personaje que haciéndose pasar por sastre le propuso hacerle uno con la tela más maravillosa del mundo y que además tenía como propiedad que sólo la podían ver las personas inteligentes.
El rey impresionado le encargó al supuesto sastre un traje confeccionado con aquella tela tan prodigiosa que estaba dispuesto a pagar a precio de oro. Al cabo de unos días mando el rey a su ministro a casa del sastre en cuestión para ver cómo iba la confección de su portentoso traje y, aunque no fue capaz de ver el traje y no queriendo ser tachado de tonto, le dijo al rey que el traje era espectacular digno de un emperador.
Un tiempo después, el pícaro sastre llevo el supuesto traje al rey que, naturalmente no vio traje alguno, pero para no ser tachado de ignorante, hizo como que le gustaba muchísimo pagándolo al precio estipulado.
Al cabo de unos días tenía su majestad que asistir a un acto oficial y decidió ponerse el famoso traje que sólo podían ver los inteligentes. Naturalmente nadie veía el traje pero todos aplaudían y adulaban la elegancia del rey, hasta que un niño muerto de risa empezó a gritar que el monarca iba desnudo. Lógicamente todos tuvieron que admitir que el niño tenía razón y que estaban haciendo el ridículo más espantoso.
Pues bien, a mí la presentación del libro de nuestro ínclito y nunca bien ponderado Presidente del Gobierno en funciones, me pareció algo parecido a este cuento, pero sin que hubiera un niño que gritara muerto de risa que el libro era un bodrio.
Los que se hincharon a aplaudir las peroratas del Dr. Sánchez contestando las almibaradas preguntas de los periodistas elegidos al efecto, sabían que el libro no lo había escrito el susodicho, que en él aparecen citas equivocadas, que se hacen alusiones impertinentes a sus majestades los reyes y, que su contenido es tan empalagoso y narcisista que antes de llegar a la página 15 uno ya tiene arcadas. Pero ninguno oso decir nada no fuera que lo tacharán de no ser buen “sanchista”.
Cómo les decía faltó el niño o a lo mejor el viejo socialista al que, o no se le invitó o no quiso acudir a semejante espectáculo.
Nuestro presidente como aquel rey está desnudo, pero su desnudez más que física es mental, es un auténtico personaje de opereta bufa sin ningún sentido del ridículo y que ha hecho del cargo de presidente del gobierno un puro esperpento que no mejoraría ni D. Ramón María del Valle Inclán.
El problema es que nadie en su partido se atreve a decirle que el traje de Secretario General que se ha puesto está lleno de agujeros y lleva sus vergüenzas al aire.