Llevo varios días, incluso algunos más sin escribir nada. ¡Y no será será por falta de noticias!
Pero… las obligaciones son las obligaciones y cuando uno termina agotado, no le llega ni para juntar cuatro frases con sentido.
Los últimos acontecimientos y no hablo del Gobierno de Sánchez del que he llegado a escuhar en un programa de 24 Horas que erea un gobierno ilegal ¿...? Ni quiero saber quién era el elemento ni quien le paga para que diga semejantes barbaridades, pero allí las soltó sin tapujos ni sonrojos… No sé cual será la ilegalidad pero si no está conforme que pida responsabilidades a Mariano Rajoy... porque si Mariano hubiese dimitido se hubiesen convocado elecciones, así que…
Pero yo voy por otra cuestión. Y no es sobre el "Aquarius" y sus emigrantes por el que siento un doble sentimiento. Por un lado un orgullo inmenso de que mi país decida acoger a esos pobres desgraciados condenados a errar por el Mediterráneo hasta morir de hambre, ahogados o de miseria y por otro asco, sí, puro asco y desprecio hacia ese grupo, demasiado amplio, de españoles, que en su humanidad, generosidad y resignación se niegan a ayudar a esos pobres olvidados hasta por los dioses.
Yo hoy querría comentar sobre la noticia de ese pobre, parado y excluído electricista al que iban a desauciar y terminó arrojándose al vacio desde el balcón de su casa.
El otro día durante la grabación del programa de debates, “La Diligencia” de este periódico digital para el que escribo, yo defendía los postulados económicos del Marxismo y la banca pública.
Algunos de los asistentes o bien se mesaban los cabellos (es un tanto hiperbólico, lo sé) o bien me tachaban de loco. Pero el suicidio del electricista me ha dado un nuevo y contunden argumento al que no creo tengan contestación mis contricantes. Si un banco puede quedarse con el piso de su cliente por impago de la hipoteca entiendo que si yo, Estado, le presto al Banco un dinero para que pague sus deudas y me lo devuelva (vamos una hipoteca) yo, Estado, puedo igual que el banco se queda con la casa del moroso, repito, puedo quedarme con el piso del Banco, es decir, con el Banco.
¿Dónde está la contradicción? ¿Dónde está el atentado contra el libre mercado? O volvemos a la historia de siempre y al poderoso no se le puede tocar y el pobre que se muera de asco…
Pero claro, el raro, el extraño soy yo por defender el marxismo, los ricos por defender el capitalismo puro y duro donde sólo ganan los poderosos, no, ellos son inocentes de tantas muertes, de tantas desgracias, de tanta exclusión social… ellos recurren a Papá estado, que para sus hijos predilectos siempre está disponible y generoso, pero para el resto de sus hijos, la inmensa mayoría...pues eso, que somos demasiados.
¡Y claro el peligroso, el revoluciario a vigilar y controlar soy yo! Pero los ladrones, los realmente peligrosos… son ellos… curiosamene en tanto que en el resto de mundo se han encerrado a muchos banqueros por las prácticas que nos llevaron a la crisis aquí ¿a cuantos hemos encerrado?
