El burro catalán y la mansión

Los independentistas catalanes ya no saben qué inventar para hacer más el ridículo. Su última ocurrencia ha sido nombrar a un tal Quim Torra nuevo honorable catalán. Este pollo, además de tener nombre de boxeador del peso medio, debió tener algún antepasado adepto al nacionalsocialismo alemán del que ha heredado sus abyectas teorías sobre la supremacía de la, hasta ahora desconocida, raza “aria-catalana”. Tengo que confesar mi ignorancia sobre esta nueva raza. Había oído hablar del burro catalán de cuatro patas como raza autóctona, pero nunca me pude imaginar que en Cataluña hubiera también burros de dos patas con denominación de origen.

Sin embargo, esa “piedra con barretina” que es el Sr. Torra no es ni mucho menos el inventor de los burros catalanes con dos patas pues, ya a finales del siglo XIX y principios del XX, algunos ilustres antepasados de este “equus africanus asinus” como D. Salvador Sempere ya decía que había una raza catalana antes de la llegada de romanos y godos, o D. Francesc Maciá que para separar a las mujeres catalanas de las demás llamaba prostitutas de calle y cabaret al resto de las españolas y , qué decir del Sr. Prat de la Riba que sólo veía a Cataluña como representante de la civilización europea, para este pelachufas el resto de España era una “kábila africana”. Pero ya el que riza el rizo y amplía fronteras es el tal D. Pompeu Gener que dice que, los que vivimos del Ebro para abajo no somos arios, sino semitas, presemitas y mongoles. Como verán ustedes, ¡de raza le viene al galgo! y, no es de extrañar, que el designado como nuevo “president” lance rebuznos a diestro y siniestro y tenga ese aire de sargento de las SS.

Mientras en Cataluña trinan los burros de dos patas, en la capital del reino hay una gran expectación por la oronda mansión de D. Pablo y Dña. Irene. Esta pareja de tórtolos, comunistas de postín y con más cara que espalda, se han comprado un “casoplón” valorado en más de 600.000€ gracias primero, a la pasta gansa que se arrean todos los meses como diputados de alto rango y, en segundo lugar, a un préstamo hipotecario proporcionado por una siniestra entidad bancaria cercana al secesionismo catalán que les ha puesto unas condiciones muy por debajo del precio de mercado. Supongo que, esos requisitos tan favorables no les pasarán factura, a lo mejor tienen que cantar todos los días “els segadors” desde su piscina particular e izar la “estrelada” en un mástil colocado en su parcelita de 2000 metros cuadrados. Peor sería que y, aunque ya han tenido algún ramalazo, apoyen la independencia catalana. Lo que está claro es que el Sr. Iglesias y su “partenair” pretenden vivir al menos 30 años (tiempo de la hipoteca) de los votos de los ingenuos que les ha votado, y piensan seguir votando, y de los impuestos de todos los españoles. Ésta es queridos lectores la ética del populismo comunistoide. Pues nada, a seguir votándoles para que pronto se puedan comprar un yate. Entre burros catalanes de dos patas y comunistas de salón de chalet en Galapagar, estamos “apañaos”.