Llega la primavera, desaparece el frío del invierno y el tiempo acompaña para hacer una escapada por tierras extremeñas. Y, qué duda cabe, el Valle del Jerte, sin desmerecer otros lugares de Extremadura, es de una de las comarcas con mayor encanto de la provincia de Cáceres, donde el descanso y el relax están garantizados. Se encuentra situado en las estribaciones de la Sierra de Gredos y Plasencia, regada por el río Jerte, afluente como sabemos del río Tajo, y a la sombra de los montes Tormantos, Traslasierra y el Calvitero que rodean este valle. Al norte limita con las provincias de Salamanca y Ávila, hacia el oeste con el Ambroz y al sur con la comarca de la Vera.
Desde tiempos inmemoriales, el Valle del Jerte ha sido paso natural de Extremadura a Castilla León como vía de trashumantes por el Camino Real para buscar nuevos pastos en verano, lo que nos habla de una región que se dedica también a la cría de ganados.
Está formado por once municipios, Barrado, Cabezuela del Valle, Cabrero, Casas del Castañar, El Torno, Jerte, Navaconcejo, Piornal, Rebollar, Tornavacas y Valdastillas. En cualquiera de estos pequeños pueblos podremos disfrutar de la naturaleza, del paisaje, su rica gastronomía y su gente.
Aunque se trata de una zona de clima principalmente continental, su disposición geográfica hace de esta zona un lugar con características propias tanto pluviométricas como termo-climáticas. La orografía de la región supone una barrera natural a la entrada de corrientes de aire frío norteñas, relieves montañosos que, asimismo, favorecen las lluvias y por consiguiente la humedad que propicia la floración de los cultivos. La situación del Valle en sí misma, hace que sus inviernos sean discretamente fríos y sus veranos algo menos calurosos que en el resto de la provincia, ideal para los estragos del estío.
Por lo que a su vegetación se refiere, este Valle presenta una gran variedad de arbolado predominando el cerezo, el olivo, los castaños y las vides. La economía de la región se articula alrededor de la cereza, su cultivo y su comercialización. Conocida es, asimismo, su variedad autóctona, la picota, que sólo se produce en esta zona. La enorme producción de cerezas ha dado lugar a una floreciente industria dedicada a la destilación de dicha fruta dando como resultado excelentes licores así como a la elaboración de mermeladas. En cuanto a otras actividades industriales, no podemos dejar de hablar de las factorías de alabastro en el municipio de Jerte. El auge del turismo rural ha sido también un propulsor económico de la comarca del Jerte, así no es de extrañar que casi todos los pueblos oferten al turista acogedores alojamientos.
Sobre la presencia de los cerezos, cuenta la leyenda que un zar ruso buscaba un lugar de descanso en el Valle y que, para que su esposa no añorase las nieves de su tierra, decidió simularlas una vez al año a través de las flores del cerezo. El zar sería el responsable de que hoy en día y cada año, durante unos diez días aproximadamente, entre finales de marzo y principios de abril, miles de cerezos tiñan de blanco el Valle del Jerte durante la Floración del Cerezo. Asimismo, hacia 1352, el séquito del rey de Navarra, Carlos II, que se dirigía a Sevilla hizo un alto en el camino en la localidad de Cabezuela del Valle donde la comitiva pudo disfrutar de productos tales como las truchas, pescadas en el río Jerte, así como de las cerezas, lo que nos habla de la existencia de dicho cultivo ya en fechas tempranas.
Leyenda e historia aparte, lo cierto es que el sembradío del cerezo comenzó a generalizarse a partir del siglo XVIII para contrarrestar la despoblación de castaños al tiempo que anteriores tierras incultas y laderas asilvestradas de la comarca se convirtiesen en abancalamientos arbóreos. No es de extrañar que las crónicas del siglo XIX hablen de esta zona extremeña así como de sus cerezas, apreciadas en la Corte.
Así pues y a la vista de los enormes atractivos de esta región, no podemos dejar de visitar el Valle del Jerte esta primavera cuando millones de cerezos cubran con su manto de flores blancas las laderas de sus montañas.
