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GRAN NAVEGANTE Y VALIENTE EXPLORADOR

Francisco de Orellana, explorador y conquistador de América

29 de Octubre | 09:59
Redacción
Francisco de Orellana, explorador y conquistador de América
Nuestro artículo de hoy está dedicado a Francisco de Orellana, gran navegante y valiente explorador del mítico río Amazonas. Poco conocido y eclipsado por nombres de la talla de Hernán Cortés o Francisco Pizarro, Orellana protagonizó, sin embargo, uno de los episodios más brillantes de la historia española en el Nuevo Mundo, siendo su vida un ejemplo de heroísmo y honestidad. Lamentablemente su prematura muerte le impidió disfrutar de las mieles del éxito conseguidas con su heroica empresa.

Nacido en Trujillo en 1511, desconocemos el lugar en el que sucedió su óbito acaecido en el año 1546 a la reciente edad de 35 años. Formó parte de las huestes de su primo Francisco Pizarro. Fue el primer hombre que cruzó el continente americano navegando por el  inmenso río Amazonas en 1542. Como sabemos, el Amazonas es uno de los ríos más largos y caudalosos del planeta Tierra. Su hazaña se inscribe en los capítulos más épicos de la peripecia humana: sorteó todo tipo de peligros, enfermedades, hambrunas y ataques de parte de los indígenas.

Siendo adolescente, Orellana viajó al Nuevo Mundo siguiendo la estela dejada por sus predecesores los Pizarro, y se alistó en no pocas misiones exploratorias. Así, en 1533 se trasladó al Perú para reclutarse en las huestes de su primo Francisco Pizarro. Cabe destacar de igual manera su participación en algunas batallas tales como la de Puerto Viejo en cuya refriega con los indios perdió uno de sus ojos.  

Debemos tener en cuenta asimismo que luchó en el bando de Pizarro frente a la facción militar dirigida por Diego de Almagro en la primera guerra civil entre conquistadores y exploradores españoles librada en América. Tras una clamorosa victoria, Pizarro, agradecido por dicha ayuda, concedió al valeroso Orellana el territorio conocido de Culata (en el actual Ecuador) lugar en el que terminó por instalarse como un acaudalado colono. Además, en su afán por ligar su vida con los habitantes de dichas tierras, emprendió la tarea de aprender el idioma de los indígenas. Esto no sólo nos da a entender su valía personal, sino que ello le granjeó las simpatías de sus vecinos facilitándole asimismo su tarea de gobierno.

Sus tiempos de conquistador no terminaron sin embargo con su retiro, porque sus ansias de aventuras y conquistas aún no estaban saciadas. Cuando Gonzalo Pizarro (Trujillo, Extremadura, c. 1510 - Cuzco, Virreinato del Perú, 10 de abril de 1548) promovió una expedición al País de la Canela, no dudó en acompañar dicha a misión.

Para el año 1540, la ciudad de Quito -la que sería capital ecuatoriana- fue abandonada por su fundador, Sebastián de Belalcázar (Belalcázar, España, 1480 - Cartagena de Indias, 1551). Dispuesto a ocupar su lugar llegó Gonzalo Pizarro, quien tenía además la misión concreta de localizar el país de la Canela y, al mismo tiempo, el reino perdido de El Dorado. En ambos casos, los españoles confiaron en la veracidad de las historias contadas a cerca de la abundancia existente en aquellos lugares colmados de especias y de oro. Como es de suponer, estas historias causaron no poca ansiedad por apropiarse de dichos botines lo que a su vez les supondría una gloria impensable.

Informado Orellana, acudió a Quito y en virtud de los beneficios que sabía que con ello podía alcanzar, ofreció sus servicios a su primo Gonzalo, de quien sabemos que era el más pendenciero de los hermanos Pizarro. Juntos iniciaron una ambiciosa y afanosa expedición que, tras múltiples y penosos avatares, tuvo que separarse en dos grupos para recabar provisiones que les permitieran proseguir la arriesgada gesta. 

Orellana, al mando de sesenta famélicos expedicionarios, fue enviado por Gonzalo Pizarro a surcar las aguas fluviales de la zona, rumbo a un destino en el que los indígenas aseguraban la existencia de tesoros y manjares. Lo cierto es que dicho vergel no apareció jamás. En cambio, sí llegaron las enfermedades, los ataques por parte de tribus indígenas y las grandes hambrunas, solventadas en una mínima parte gracias al descubrimiento de algunos poblados nativos, que surtieron a los expedicionarios de suficiente intendencia como para pensar en sostener el viaje algún tiempo más. 

El 12 febrero de 1542 dos navíos capitaneados por el mismo Orellana entraron en el río Amazonas, surcando sus aguas durante semanas y enfrentándose a los numerosos peligros con los que se iban tropezando. Así, era frecuente avistar nativos gritándoles desde las orillas o desde sus canoas al tiempo que se acercaban para lanzar las temibles flechas envenenadas que tantos muertos causaron en la tripulación española. Finalmente, el sábado 3 de junio de 1542 los españoles percibieron cómo una fuerza extraña les impelía hacia un lugar concreto; habían llegado poderoso río Negro. 
Tras cinco días de dura navegación pudieron descansar dejando atrás la desembocadura del Madeira en el Amazonas y, poco después, la del Tapajoz. Pero de nuevo tuvieron lugar los temibles ataques indios y por desgracia en esta ocasión se produjeron con absoluta virulencia. Nuevamente las flechas envenenadas surcaron los aires para clavarse en la madera de los bergantines o, peor aún, en los cuerpos de los aventureros. Estos se percataron de que, entre los atacantes, había mujeres guerreras que les disparaban saetas con gran precisión y que los cronistas quisieron identificar con las amazonas, aquellas célebres luchadoras de la Grecia clásica quienes en esta ocasión darían nombre a este espléndido magnífico y respetable río americano que conocemos como Amazonas.

Finalmente, los maltrechos buques recibieron los primeros síntomas de las mareas atlánticas, internándose en el océano el 24 de agosto de 1542. Casi tres semanas más tarde, llegaron de forma admirable y casi milagrosa a los territorios de Nueva Cádiz que no es ni más ni menos que lo que hoy en día conocemos como Venezuela. 

Concluida la proeza que suponía haber sido el primer hombre castellano que cruzó el continente americano navegando por el Amazonas, Orellana viajó de nuevo a España para reivindicar su gloria y hazaña. Por ello, el Consejo de Indias le concedió el título de Adelantado de Nueva Andalucía, ese sería el nombre designado para las latitudes exploradas por el extremeño. Así, en mayo de 1545 el flamante gobernador salió de Sanlúcar de Barrameda al mando de una gran flota dispuesto a tomar posesión de su cargo. Le acompañaban su mujer, Ana de Ayala, así como muchos colonos dispuestos a radicarse en aquellas prometedoras tierras.

Para aquellos momentos, Orellana tenía intención de hacer el camino inverso; es decir, adentrarse por la desembocadura del Amazonas y al mismo tiempo remontar el río. Pero dicha iniciativa, que él mismo había financiado, no estuvo acompañada del éxito deseado, nadie sobrevivió y además las riberas salvajes del río se fueron tragando poco a poco a los pioneros. Enfermo y perdido, murió en el interior del Amazonas en noviembre de 1546. Tenía 35 años, aunque su brillante expediente explorador le supuso un lugar de honor en la epopeya americana.  



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