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Cultura, literatura, historia, música

Perdona a tu pueblo, Chikilicuatre

21 de Mayo | 13:18
Perdona a tu pueblo, Chikilicuatre
En su año, el cachondeo del concurso. La ruindad de un país burlesco como es España, el culmen de la barbarie y el ridículo, la mofa de la música y la falta de respeto a los demás artistas. Estas y otras aleluyas rodearon el bautismo del célebre personaje “Chikilicuatre”, la crítica de las críticas, un sarcasmo escupido por nuestro país a un festival político y de todo menos selecto musicalmente hablando. Recuerdo que muchos apostaron por su derrota nada más ver los ensayos debido a que “era demasiado malo y simplón”. Y así ocurrió. Cayó al hoyo. 

Y echando un vistazo superficial al concursillo de este año –superficial porque de otra manera no puede atisbarse este certamen-, mi memoria no para de lanzarme en forma de flashes el acontecimiento de aquel año, el personajillo de la guitarra y el “Perrea, perrea”, la vergüenza nacional, entonces. Y digo yo, ¿no es una vergüenza, internacional por cierto, la cacatúa y gallina clueca que zarandeaba los brazos, con los dos grotescos moños a cada lado del cráneo, cantando, por decirlo de alguna forma, y reivindicando quién sabe qué? ¿No es una vergüenza que canciones que se presentaron que tenían, a su manera, su sentido y su belleza, hayan caído al agujero como lo hizo nuestro aspirante a Eurovisión? 

Y echando otro vistazo al panorama… ¿No nos sonroja, sin llegar a la vergüenza más absoluta, la mercancía española que hemos enviado a Lisboa? La parejita del año. Voces únicas, un timbre diáfano y nítido, que provoca se te erice la piel, el vello de punta y tieso, lágrimas en los ojos… deseando termine la canción dichosa. Una ñoñería como las tantísimas que están siendo protagonistas en este país cubierto por el sentimentalismo hipócrita, el poner la mano en el corazón al signo de “te quiero” mientras con la otra se prepara el lugar donde apuñalar en la espalda… Qué decir de una “artista” cuya popularidad va más allá del mero hecho de haber ganado el concurso que reúne a las personalidades menos talentosas de nuestro país, a los expulsados, de seguro, de los coros de la Iglesia, porque no sabrían ni entonar un “Aleluya” o un “Qué alegría cuando me dijeron…”; en fin, la bazofia anclada al micrófono y, para colmo, forrada de vender discos… Como iba diciendo, la popularidad de nuestra mozuela (Amaia) no consiste en otra cosa que hacer reír con su “sinceridad”: <<Vaya mierda de puesto>>, <<Se me escapan peos en los ensayos>>, <<Los bailarines me ponen cachonda>>… Dios la asista. Y, mientras el “Chikilicuatre” digiere su derrota, aun siendo un cantante de éxito -visto lo visto y lo que va viniendo-, un mozalbete, pareja de nuestra niña prodigio, canta con una voz… cómo decirlo… Bueno, mejor no decirlo. Así canto yo, y muchos, cuando amanecemos con laringitis, faringitis, atasco nasal y todos los síntomas que impliquen una voz corrompida y pésima. ¿Cómo nos hemos atrevido a mandar a esta perfecta pareja musical? ¿Cómo? 

Así y todo, les deseé lo mejor y uno de los primeros puestos. Al fin y al cabo, en este concurso anual siempre quedan pioneros los peores. 

Y, por cierto, “Chikilicuatre”, confío en que para otra edición, tu voz y tu gracia vuelvan a hacer de España el país próspero y rico que acostumbra a ser. 

Perdona a tu pueblo, “Chikilicuatre”. 

Y que me perdone también a mí el resto por mis palabras. 

 



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