Las personas con las que me tropiezo, un día si y otro también, poseen “parcelas” no resueltas en sus vidas y mucha soledad. No lo confesarían nunca, pero las tienen. Deseos de resolver determinadas situaciones vitales inconclusas, afán por aturdirse con eventos multitudinarios, en medio de los cuales piden cuentas a hechos vividos, como si el agua que discurre pudiera dar marcha atrás. Debe ser la Navidad que las pone melancólicas.
Cada uno de nosotros, en la vida, somos agentes de nuestro propio conocimiento, eso es indudable. Así que nuestro aprendizaje nos determina de alguna manera. Lo qué aprendemos llega por descubrimiento, pero también por sistematísmos ensayados mil veces en la escuela, dentro de la familia, o en el entorno. Las características de este último infieren en la propia instrucción de los que allí viven y viceversa, éstos últimos influyen para que su entorno sea de una forma u otra. De ahí que lugares ricos en recursos culturales, instrumentales y materiales, produzcan individuos decididos, más aptos e incluso más brillantes para defenderse en la vida. Las estrategias informales de conducta de cada individuo funcionan de una manera óptima, cuando se incardinan correctamente con las regladas, sin que aparezcan “lagunas” que afecten a la construcción del conocimiento.
Aunque hay que ver lo complicado que se ha vuelto todo: desde lo más sencillo hasta lo más grande; en Cataluña, en la política mundial y hasta en el interior de las propias familias. Cada día que pasa nos enfrentamos a situaciones frente a las que no tenemos un modelo estereotipado de respuesta para aplicar. Los datos relevantes para nosotros no son siempre así para quienes nos siguen, nuestras fórmulas están bastante agarrotadas, nuestras referencias son desconocidas para las generaciones actuales.
Una de las maneras de apreciar la inteligencia de cada quien es observar su disposición al necesitar resolver un problema. La tesis ha tenido tanto éxito, que desde hace veinte años los educadores afirman que siempre el problema y su presentación debe ser el punto de partida en cualquier proceso de aprendizaje de las disciplinas básicas de instrucción para la vida. Porque el orden en el acercamiento a conceptos e ideas, la búsqueda del momento en la puesta en escena de aquellos, la pulcritud en la defensa de las bases de los mismos, no solo son destrezas interesantes en el aprendizaje de la ciencia, sino también necesarias para saber desenvolverse en un mundo cada vez más complejo.
Y encima nos bombardean, cada día, con la inteligencia artificial que llega. A nosotros, que sólo somos hombres y mujeres corrientes. Leemos sobre ello y nos “crujen” las advertencias de que el proceso ha empezado ya, la caja de Pandora abierta y todos los diablillos sueltos por el aire, si. ¿Existirá la posibilidad de volver a encerrarlos dentro con llave y tirarla después al fondo de los mares? ¿O eso es ya inevitable?.
Carmen Heras
