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Opinión-Editorial
SIN PROPÓSITO DE ENMIENDA

Ir de culo

29 de Junio | 23:33
Ir de culo
Escribe mi amigo Damián Beneyto una columna de opinión, en este mismo medio que ha cometido la imprudencia de acogernos, en la sospecha de que a veces podemos llegar a decir algo, incluso, no hay que negarlo, decir algo que puede llegar a ser interesante, sobre la polémica de los culos desatada hace un año por una concejala del PP de Badajoz

El contexto de aquella controversia: una foto que mostraba a dos personas mayores enseñando su culo durante el Orgullo, juzgada por la edil una “asquerosidad”

He compartido cuatro años de fatigas con Damián, vecino de escaño en la Asamblea de Extremadura e incluso se forjó un conato de complicidad mutua. No pensamos igual en casi nada -gracias a Dios, que diría Damián -pero no pensar lo mismo siempre es más divertido. Hablar con quien replica como un loro tus mismas ideas llega a ser agotador. 

Hay algunas cosas que me divierten en lo que publica Damián y en otras estoy en desacuerdo. Pero quisiera yo contribuir al debate, apasionante, de que hacemos con los culos en esta vida. 

Yo prefiero mil veces a las personas que van de culo. Ir de frente no es garantía de nada. Te pueden engañar mirándote a la cara, pero los culos nunca mienten

2.000 años de judeocristianismo han contribuido a que miremos con resquemor a nuestro cuerpo. Yo juzgo bellísimo el cuerpo humano desnudo, pero los Padres de la Iglesia veían en ellos la fuente de la corrupción y el pecado. Había que taparlo, esconderlo, velarlo. Tal vez pensaban que el demonio entraba en este mundo por el ojo del culo. Las esculturas clásicas de Praxíteles, de Fideas, Mirón o Lisipo fueron convenientemente llevadas a un pasillo del Vaticano por el que solo circulaban unos pocos elegidos y el mismísimo Miguel Ángel no se libró de que vistieran sus maravillosos desnudos del Juicio Final en la Capilla Sixtina. El perpetrador de aquella infamia pasó a la historia con el oportuno mote de Il Braghettone.    

Al ojo del culo, por cierto, le dedicaron un soneto aquellos amantes llamados Verlaine y Rimbaud

“Oscuro y fruncido como un clavel violeta
Respira, tímidamente oculto bajo el musgo;
El licor del amor todavía lo humedece
Y fluye por el leve declive de las nalgas”
Hoy vivimos tiempos más agradables, menos oscuros, pero en cuanto al cuerpo siguen las manías de velarlo; eso sí: de manera selectiva. Los cuerpos feos, viejos, arrugados, no tienen cabida. La publicidad, la televisión, las revistas, han impuesto un culto al cuerpo danone. Todo lo demás, sobra. 

La concejala de Badajoz mostraba su rechazo a dos hombres mayores, peludos y sin tableta de chocolate. Ellos no. Cristiano Ronaldo enseñando marca de calconcillo, sí. Manolo Díaz, el churrero de abajo, 60 años, barriga generosa, ese no. En modo alguno. 

Y sin embargo, cuánta belleza encerraban aquellos culos viejos del Orgullo: el de dos personas que habían luchado toda su vida por su amor, que abrieron el camino para que hoy estallen todos los armarios donde nos quisieron encerrados durante siglos. Son culos sin miedo, sin traumas, sin complejos, sin odios. 

Bellos, para quienes sabemos ver la belleza en todo lo que nos es común.



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