El día de la marmota

En EEUU tienen su día de la marmota, cuando este simpático animal predice cómo será el invierno ante señores vestidos con levita y tocados por un sombrero de copa y nosotros, aquí en España, también tenemos nuestro día de la marmota, cuando esos simpáticos (algunos) animales llamados “diputados” se congregan en la Carrera de San Jerónimo para predecirnos cómo será la vida política durante el próximo año.

En EEUU es el dos de febrero. En España el 6 de diciembre.

En ambos casos hay mucho de ritual y demasiado de folklore. Ya sabemos, por ejemplo, que lo de reformar la Constitución vuelve a ser uno de esos lugares comunes que todos citan pero que nadie concreta, ni cuándo, ni cómo ni para qué. Rajoy ya nos dice que sí, pero una vez esté todo marcado y digerido. Y eso, en el lenguaje rajoiniano se traduce como “olvidarse, eso exige trabajar y el menda no se ha presentado a Presidente del Gobierno para sudar el sueldo”. El Presidente de la gestora del PSOE, provisional según él, lo fía todo al próximo Congreso para el cual no hay fecha y cuyo objetivo esencial es que ningún outsider elegido por las bases se alce con la secretaria general (ay, Susana no llores más por mí...). La portavoz accidental de Podemos recuerda que ellos son partidarios de empezar de nuevo, un nuevo texto constituyente pero, claro, no hay número de escaños suficientes como para iniciar esa aventura y Ciudadanos... en fin, los cuñadismos a que nos tiene acostumbrado el señor Rivera no merecen mayores comentarios. Albert Rivera viene diciendo lo mismo desde que salió del útero y lo que dice no vale nada: palabras huecas que valen para un roto y un descosido.

En todo caso pareciera que nuestra Carta Magna es inabordable. Una especie de Código de Hammurabi que nos legaron los dioses y que reformarlo sería cometer la mayor de las blasfemias, no digamos ya la posibilidad de sustituirlo. Pero claro, olvidan que ya se ha modificado varias veces y en ocasiones para mal, como el artículo 135 negociado entre bambalinas por el PSOE de Zapatero y el PP de Rajoy y que aprobaron con la mayor de las urgencias a finales de agosto para que las protestas fueran las mínimas. Y ello porque el 135 viene a decir que la soberanía nacional está supeditada a las exigencias de la troika, es decir, de la señora Merkel. Somos un länder alemán, solo que sin ninguna de sus ventajas y con todos sus inconveniente.

Y sin embargo reformar la Constitución es urgente. Necesario. Imprescindible. Pero no para seguir entregando soberanía y derechos al mercado, sino para recuperarlos. Y también porque el contexto ha cambiado y ya no estamos dispuestos a transigir con las cesiones que en su momento exigieron a punta de pistola los representantes del franquismo (la Constitución se cimentó sobre el miedo a un proceso de ruptura total con el antiguo régimen y entre rumores de bayonetas) y además porque la mayoría de los españoles que hoy tenemos derecho a voto no la votamos. ¿Y algo podremos decir sobre cómo queremos que sea el futuro, no?