La belleza en el tiempo

El otro día viajé a Plasencia. Hacía mucho que no iba. Se estaba marchando la tarde. Dejamos el coche fuera de las murallas y entramos caminando por la Puerta de Trujillo en dirección al Parador.

Plasencia es muy bonita ("para que plazca a Dios y a los hombres" -reza en su escudo-) y fue mi primera conexión con Extremadura cuando inicié una amistad de campamento con una niña de allí. Ella me la enseñó. Después la he visitado mucho, por unas u otras razones, y siempre he quedado admirada de su porte.

Al lado del Palacio del Marqués de Mirabel había grandes camiones aparcados, consecuencia del rodaje de la serie norteamericana Still Star Crossed que narra los amores de Romeo y Julieta. Ya ven, Plasencia convertida en Verona por necesidades o recortes económicos más que por ninguna otra razón. Supongo.

Tiene todo para mi un cierto sabor de la nostalgia. En pleno quehacer de cerrar etapas, repaso papeles para conservar o tirar. No falla, cada vez que renuevo un cierto orden en mi vida vuelvo la vista a objetos que guardé porque pensaba que podía necesitarlos. No hay duda de que al desprenderme de ellos estoy reconociendo por la vía de los hechos que he dejado atrás una época.

Ahora toca el año 2011. Abro las páginas de los periódicos de entonces y me sorprendo de ver las mismas caras, idénticas exclamaciones, casi, casi, las mismas noticias, aunque los papeles de los protagonistas puedan estar invertidos. Podría hacerse toda una tesis sobre las incoherencias del ser humano en cuanto decir una cosa y hacer la contraria, con juegos de palabras que solo engañan a los bobos.

No hay nada como las hemerotecas para demostrar lo relativo de las acciones humanas. Y la fragilidad de sus promesas e intenciones. Repasándolas una puede colegir que el mundo ha sido mundo con sus afectos e intereses mucho antes de que otros pusiéramos los pies en él. Y así seguirá, parece...

Porque esa es otra, cuando se camina por muchos lugares queridos de Extremadura, casi sin darse cuenta observa que es el patrimonio lo que existe de verdad y lo que permanece de manera inalterable comprimiéndolo todo. Afectándolo. "Ciudades enfermas de historia" que decía Clarín, el magnífico autor de La Regenta. Lugares impresionantemente bellos
pero intervenidos para la eternidad por las huellas que dejaron los grandes que nos precedieron.

Extremadura o Castilla o Andalucía tienen muchas localidades de éstas. Y ello no es ni bueno ni malo, moralmente hablando, es así y punto. Si me apuran, es óptimo contar con recursos prefijados de cara a la economía local. Nada qué ver con esas ciudades del este peninsular que han necesitado del mucho trabajo de todos para obtener ingresos y crear
un marco de subsistencia para sus habitantes. Y que tienen un aroma de modernidad y entusiasmo.

El otro día, al marchar de Plasencia, me dijo hasta luego su hermosa Catedral.