Si todo se tuviera que verificar, ¿qué campo quedaría para la intuición, para la improvisación, para las creencias? Vivimos más en el campo de lo no verificado, de las creencias, que en el de la ciencia.
Lo más racional, sería que la ciencia descubriera y diera las normas de la vida, y cada individuo actuara desde el conocimiento científico riguroso. Pero la realidad es que hasta los científicos profesionales, parece que no siguen siempre los dictados de la ciencia. En el laboratorio piensan como científicos, y en la calle viven como hombres “normales”, con sus creencias heredadas y sus improvisaciones. ¿Cuántos médicos no han ido con un hijo enfermo y desahuciado al curandero?
“Si viviéramos todos a nivel de la ciencia, la vida sería imposible”.
La vida es un “arte” más que una ciencia. Vamos a ver cómo salgo de esta aparente contradicción. Yo “creo en la ciencia”, en su necesidad para la humanidad y en los beneficios que nos aporta para una vida mejor, en todos los aspectos. Pero la ciencia rigurosa, nos haría tener comportamientos casi “lineales”, sin márgenes para la aproximación, la intuición, el mayor o menor grado de adecuación, de su variedad y, a veces, del progreso mismo. La razón está en “negociación” constante con la vida, y se vienen tolerando como pueden. Las dianas de acierto, no son exactas, suelen tener un margen de aproximación. En todo lo cuantitativo, el error no es la negación de la verdad, hay mayor o menor coincidencia.
Las cosas que consideramos buenas o malas en la vida ordinaria, son difícilmente verificables, y esto hace que más que conocimientos seguros, tengamos conocimientos aproximados, creencias más que ciencia.
Sólo en la lógica, podemos reducir el conocimiento al “sí” o al “No”. Cuando actuamos con la materia, entra en juego la cantidad y la temporalidad. La lógica hace las verdades “artificialmente” estables, pero eso no es así en la realidad. Los conceptos hacen “fija” y uniforman lo diferente e inestable.
Por otra parte, cada individuo tiene su percepción, su cabeza, sus sentidos, y la razón se alimenta de ese primer laboratorio simplificador. La vida no actúa con realidades fijas, no parte de verdades absolutas y verificadas, sino del “parecido”, de aproximaciones, y de semejanzas. La vida es diversidad, y una cierta “incertidumbre”. La uniformidad y el rigor, está más en la lógica o en las matemáticas, que en la vida real. Quizás, porque las sacamos del vaivén de la vida, parecen fijas y no cambian. No las toca ni el sol, ni el aire, ni la lluvia, ni el tiempo. Pero para vivir hay que “mojarse”, y asumir la inseguridad. No hay matrimonio indisoluble y perfecto, entre la ciencia y la vida. Vivimos en la cuerda floja.
