Vengo viendo desde hace ya algún tiempo, que cuando los políticos se refieren a Cataluña, hacen referencia a su singularidad. Siempre me ha gustado conocer la razón de las palabras, y siempre me he preocupado por saber el origen o el significado de los términos. Con respecto a este vocablo (la tan evocada singularidad), el diccionario establece ciertas ambigüedades lingüísticas; y todas ellas dependen del contexto en el que se desarrolla la expresión. Existe singularidad matemática, donde una función tiende al infinito, singularidad geométrica, que hace referencia a una curva algebraica, singularidad astronómica, en alusión a los agujeros negros, singularidad mecánica, que consiste en la definición de un cierto comportamiento de los mecanismos que no puede ser predicho y, también, singularidad tecnológica que es un hipotético punto, a partir del cual una civilización tecnológica sufre una aceleración en el progreso técnico.
Como se puede deducir, existe un claro carácter polisémico de este término, sin embargo, esta expresión es utilizada en el contexto político y ya que en este ámbito el diccionario no contempla ninguna definición; para encontrar un significado que se correspondiera con el uso que se le estaba dando, tuve que recurrir a la madre de todos los conocimientos, o sea a la Filosofía, en la que existe lo que se llama “la singularidad del ente”, que se considera parte de la ontología y que se basa en dar una explicación al ser en cuanto a ser. Encontré pues, algo parecido a lo que pretenden explicar estos políticos en un concepto que se llama “entidades abstractas”, cuyo ejemplo más claro son los números, los conjuntos o los conceptos. Sin embargo, todavía no existe un criterio aceptado para decidir cuándo una entidad es abstracta y cuándo concreta. Además, tampoco existe acuerdo sobre si las entidades abstractas siquiera existen, y en caso de que existan, sobre cuáles existen.
Como ya me estaba doliendo la cabeza con estas ideas metafísicas, he usado la intuición, y esta me dice que la presumida singularidad catalana, se fundamenta principalmente en que algunos de sus pobladores tienen un sentimiento de rechazo a todo lo foráneo y proponen un claro establecimiento de fronteras físicas y mentales para salvaguardar esta pretendida particularidad propia y casi étnica.
Lo que me parece más absurdo, es que los representantes políticos que no defienden estas ideas, caigan en la trampa del lenguaje y también hablen de la singularidad catalana para no ofender esta pasión segregacionista que promueven los políticos partidarios de la secesión.
¿Acaso no existe la singularidad extremeña? … ¿No existe la singularidad castellana, o la singularidad andaluza? … O quizás, ¿es que hay singularidades mejores y singularidades perores…? Lo que es denigrante y un atentado a la solidaridad que se atiendan a peticiones (por supuesto, económicas) de ciertas regiones, apelando a la “famosa” singularidad.
Tras estas reflexiones, vuelvo a mirar a la Filosofía y me pregunto si este referido distintivo que todos reclaman (independentistas y panegiristas varios), no será una entidad abstracta que sencillamente no existe y que, en definitiva, sirve como pretexto para tapar vergüenzas y de paso lograr privilegios.
