La supresión de las fronteras tiene, a veces, un atractivo especial. Parece que evoca románticamente el paraíso perdido, y un mundo feliz. Los refugiados de la guerra, se juegan la vida por superar las fronteras de Europa. El mar se convierte también en frontera peligrosa.
Como siempre, las mayores tensiones suelen estar en las fronteras, y parece “dialécticamente” coherente, que si se suprimen las fronteras, se suprimirían las tensiones y los problemas…
Pero la realidad suele ser mucho más “tozuda”, y “coherente” que la mejor de las utopías. La razón progresa distinguiendo, analizando y descubriendo la identidad y diferencias entre las cosas. Definir es delimitar, poner fronteras a las cosas, eso hacen los conceptos.
No es lo mismo “Médicos sin fronteras”, por ejemplo, con toda su carga solidaria y positiva, que libertad sin límites, o mundo sin fronteras. La libertad ejercida en una sociedad de hombres libres, requiere unas normas, unos límites, para que la convivencia y la diversidad sean posibles. Si en la democracia no hubiera leyes, “ni fronteras”, la democracia sería imposible. ¿Quién no ha oído alguna vez frases como?: “Yo hago y digo lo que me da la gana, porque estamos en democracia”.
Estas proclamas de libertad sin límites, sin fronteras, merecerían alguna reflexión, un poco más rigurosa. La libertad necesita el derecho y la igualdad de oportunidades, como complemento y acompañantes.
Quizás, el error viene de considerar que la “libertad” y la “justicia”, son realidades autónomas, con vida propia e independencia total, sin contar con su origen y su finalidad. Lo mismo la libertad que la justicia nacen en el hombre, y no tienen sentido fuera del servicio a la persona, y como instrumentos para el desarrollo humano.
Lo mismo que el brazo izquierdo coexiste con, y complementa al derecho, y no son antagónicos, la libertad y la igualdad son complementarias y no tendrían sentido como ideas platónicas enfrentadas, al margen del interés del ser humano.
En el plano de la política, la libertad y la justicia, a pesar de la aparente rivalidad, se necesitan mutuamente, para el equilibrio y el progreso de la sociedad.
Las tensiones y los “juegos políticos” entre la izquierda y la derecha, no son más que aspectos de una misma realidad, que nos permiten progresar, cuando se equilibran y colaboran por el bien de todos, sin maniqueísmo.
