Aunque no me gusta hacer publicidad, hoy voy a hacer una excepción. Estoy siguiendo la serie de Tv “El cuento de la criada” que emiten en Antena 3.
Había oído hablar de ella e incluso había comenzado a buscarla por internet cuando la anunciaron por Tv.
La base argumental es simple, en base a una Ley de Seguridad antiterrorista se declara un estado de excepción y comienzan a recortar derechos y libertades en base a múltiples circunstancias y una de ellas es que había pocas mujeres fértiles.
¿Por donde empiezan? Pues empiezan por crear un Estado pseudoreligioso basado en una especie de cristiano-judaismo radical y su primera medida es desposeer de todo derecho a las mujeres.
Crean una sociedad de castas donde los Jefes tienen derecho a todo, donde según tu categoría social el Estado te asigna una Esposa “para toda la vida” y las mujeres están divididas entre las esposas, las criadas cocineras y las sirvientes engendradoras, mujeres con el don divino de preñarse.
Magnífica la escena de la “Ceremonia” que se produce en los días fértiles y donde la esposa del Comandante sujeta a la criada entre sus piernas y le sujeta las manos y el marido hace lo que tiene que hacer. Humillante, denigrante, indignante...
Esa viene a ser en síntesis la base argumental. Por supuesto es más complejo, es la aceptación por puro miedo, es besar la mano que te da de comer después de tenerte sin comida, es la mano de la que depende toda tu vida.
Lógicamente al ver la serie me han venido al recuerdo muchas cosas, demasiadas. Me ha recordado las políticas neofascistas y antifeministas de algún político polaco, las medidas fascistas del ministro del Interior Italiano, de las políticas húngaras sobre emigración… nuestra Ley mordaza que tanto urge derogar, las locuras emigratorias y de persecución de la Administración Trump.
Tenemos la obligación de luchar con todas nuestras fuerzas contra toda discriminación. Sea la que sea. Tenemos la obligación de defender la libertad de expresión y pensamiento, moleste a quien moleste. Tenemos la obligación de desterrar de la vida pública las religiones, no porque tenga nada contra ellas, simplemente porque pertenecen al ámbito familiar y de ahí o de tu Templo no deben salir y con esto me refiero a esos defensores de un dios que demandan al primero que le pone por delante ¡Su dios no sabe defenderse solo y ellos son los intérpretes de la voluntad divina!
Tenemos la obligación de crear una sociedad donde prime la Igualdad de todas las personas sin distinción de sexo, edad, raza, color, opinión o creencia y en esa igualdad hasta tienen que caber los que no están de acuerdo y tienen que tener la libertad de expresarse libremente, aunque moleste.
Y todo esto comienza por limitar los poderes políticos, por legislar adecuadamente y a favor de todos, sobre todo de los más desgraciados y excluidos. Pero esto no se logra sólo con leyes ¡Será por leyes! Esto se logra con educación, educación y más educación y después, formación. La igualdad no es un concepto, la igualdad es un convencimiento y en tanto no esté todo el mundo convencido, no sea todo el mundo consciente de ello no seremos iguales. Iguales y diferentes, iguales y distintos, pero iguales.
No nos dejemos engañar con los discursos fáciles, simplistas y populistas que nos quieren vender que somos superiores, que nos quieren quitar el trabajo, que nos quieren matar, que nos quieren imponer su cultura que… todos somos iguales, todos sangramos si nos cortan y la sangre es igual de roja para todos, todos tenemos el corazón en el mismo sitio, todos lloramos cuando tenemos una pena o un dolor, todos reímos cuando algo nos hace gracia, todos tenemos sed y hambre y frío o calor… ¿Entonces en qué nos diferenciamos?