Siendo infiel al amor propio

De entre las múltiples lecciones que la vida ofrece, hay una que debería de convertirse en un básico de cada día: “la belleza está en los ojos del que mira”. ¿Por qué? Somos personas reales y, a veces, podemos experimentar una intensa lucha de amor-odio contra nosotros mismos. Tenemos una relación con nosotros mismos que, en determinados momentos, tendemos a descuidarla y, ese es un error en el que son pocos los que no tropiezan.

Es cierto que nada nos satisface para siempre. El tiempo se encarga de esos cambios empeñados en hacer y deshacer, apagar y encender, aparecer y desaparecer, como si tuvieran una fecha de caducidad en su etiqueta. Es lo que en moda suelen identificarse con las tendencias: modas que, al cabo de unos años, vuelven a nuestras vidas en forma de segundas oportunidades.

Nacemos con unas características determinadas, un físico que permite identificarnos frente al mundo. Sin darnos cuenta, somos creadores de nuestra propia marca. Y a ella amoldamos esos básicos que han sido designados en nuestro diario, infalibles que resuelven cualquier ocasión. Son como la familia, demostrando su amor con todo aquello que mejore nuestro bienestar.

Nuestra marca necesita complementos que nos ayuden a completar la esencia que contenemos consiguiendo alcanzar la perfección. Nos sentimos identificados con esas personas con las que compartimos una relación de amistad y junto con las que creamos nuestra propia colección. Por eso los complementos son fundamentales en nuestro armario también. Nunca se tienen suficientes pares de zapatos para prevenir a lo que espera cada día y, sobre todo, en los que poder apoyarte.

Las almas gemelas, los flechazos a primera vista y el pensar “tiene que ser para mí”. ¿Quién no lo ha sentido al ver “esa prenda” en una tienda? Amor a primera vista lo llaman y, como dicen, puede ocurrir en cualquier lugar y en cualquier momento. Como el amor caprichoso que se siente al querer adquirir algo que, de una manera u otra, sabemos que no es para nosotros, pero nos lo probamos a pesar de las consecuencias.

No hay duda en que cometemos errores y el mayor de ellos es el olvidarnos del amor más importante: el amor propio. Al querer gustar a otras personas, al querer pertenecer a otros por complacer, al querer amoldarnos a los más influyentes, al retocar nuestras fotos intentando ocultar esos defectos que alguien en su día se encargó de definirlos como tal. Las personas somos infieles a lo más bello que tenemos: nuestra propia marca con la que ser nosotros mismos.