Ahora que vamos despacio, vamos a contar verdades. Porque vamos despacio, ¿no? Extremadura no parece que lleve un ritmo acelerado para equiparse pronto al resto de regiones españolas… Los datos del paro o de la emigración tampoco tienen prisa por decrecer. ¿Y qué decir del tren? Parece que también va lento (y no solo literalmente), tanto que ni se le espera, ¿o sí? ¿Qué hacemos entonces? Pues, como siempre, resignarnos.
Se podrá alegar que se está trabajando en ello, que no es fácil, que no hay dinero. Que ya existen planes para el ferrocarril digno, para el regreso de los jóvenes emigrados, para evitar la despoblación rural, para la economía verde, un plan Portugal… Que sí, que me parece muy bien, que estoy de acuerdo, que todo eso es necesario. Pero, ¿saben qué pasa? Que muchos extremeños ya estamos cansados, incluso los jóvenes que hasta ahora teníamos ilusión porque cambiaran las cosas. Que no nos queda otra que resignarnos. Ese es nuestro sino, la resignación. O la emigración.
No piensen que la culpa es de los políticos, ni muchísimo menos. Ellos son reflejo de la sociedad que vota, nos guste o no. La culpa, en este caso, es (principalmente) de la sociedad civil, de todos y cada uno de los extremeños. Seamos honestos, nos importa poco nuestra región. De hecho, no la conocemos. ¿Qué fecha es el 25 de marzo? ¿Qué es eso de la fala? ¿Los jóvenes celebran la Chaquetía? ¿La Siberia es una comarca extremeña o una región rusa? “Lo que hay en Mérida son cuatro piedras, eso es para los turistas…”
Ni que decir tiene que estoy generalizando, ¡faltaría más!, y que, afortunadamente, hay muchos extremeños que se preocupan por la región en todos sus ámbitos. Pero no nos engañemos, el porcentaje de población extremeña que desconoce la realidad cultural, histórica y actual de la región es demasiado alto. Especialmente preocupante es el desconocimiento sobre Extremadura por parte del colectivo juvenil (y hoy la juventud dura más que antaño), que se tiene por el “más y mejor preparado” de nuestra Historia pero que no aparece cuando se le espera.
Insisto, hay excepciones, pero estarán conmigo en que las manifestaciones más frecuentadas por los jóvenes extremeños son el Carnaval de Badajoz y el Womad de Cáceres. Hablo de los botellones, no del carácter cultural del evento. “¡Es que son jóvenes! ¡Tendrán que divertirse ahora que pueden!” Qué duda cabe, pero también se les ha de exigir más, se nos ha de exigir más, sobre todo, en lo que respecta a Extremadura como proyecto. Eso de que los jóvenes extremeños están (estamos) muy bien formados, no es del todo cierto (véase nuestro nivel de idiomas o de conocimiento sobre nuestro vecino portugués). Y si fuera así, ¿para qué nos vale en nuestra región? ¿Forman parte los jóvenes del proyecto de la Extremadura del futuro? Es más, ¿existe proyecto extremeño?
Así que ni por arriba, ni por abajo. Ni la palabrería política va más allá, ni la sociedad, joven y no tan joven, se pronuncia en demasía. Mientras que en otras regiones se movilizan para reivindicar importantes cuestiones de índole política, aquí no parece que mucha gente se dé cuenta de nuestra marginación histórica, el tren del futuro (y del presente) parece ser solo cosa de unos cuantos. ¿Dónde está la sociedad extremeña? ¿Existe? ¿Quién sabe algo de los extremeños? No hay movimiento. Son los resignados.
Si queremos una Extremadura mínimamente digna para el futuro es necesaria la involucración de toda la sociedad y la construcción de un proyecto regional en el que todos los extremeños aporten su granazo de arena. Pero para ello, ante todo, es indispensable que conozcamos nuestra realidad extremeña. No basta con decir que es una región muy bonita y que hay que visitarla. Hay que formar parte de ella y (re)construirla entre todos. No esperemos a que papá Estado nos dé las migajas, el miajón somos nosotros. Ya es hora de que la sociedad extremeña se active.
Por cierto, si hay alguien que lee este texto y no está de acuerdo, porque no sea un resignado, agradecería que se pusiera en contacto conmigo, es necesario aunar fuerzas. Todavía me queda algo de energía, no quiero resignarme.
