Los jóvenes extremeños vuelven a ser filósofos

Yo no sabía que me encantaba la filosofía. Lo mío era la ciencia así que me la encontré de repente en COU, mientras estudiaba en un internado de la preciosa ciudad de Ronda (Málaga).

Allí encontré a un profesor que conmocionó nuestras almas adolescentes. Como Sócrates daba las clases bajo los pinos, debatía con nosotros y consiguió que me enamorase de los presocráticos y sobre todo, duplicó el tamaño de mi cabeza.

Porque eso es lo que consigue estudiando filosofía. Parece mentira que un solo año de esta asignatura te traiga el pensamiento humano a tus manos, entiendas cómo pensaban y por tanto como pensamos y te abra la mente a una idea y a su contraria. En conclusión: aquel año de filosofía me mejoró como ser humano y para toda la vida.

Sin embargo, un tema tan serio y tan de no tocar como la educación, en este país llamado España, se lo toman a lo sectario y te cambian los caminos y las asignaturas, como si fuese un cambio de mampara de baño.

Entre tanto cambio y tanto sabio llega uno y se carga la filosofía, que para que la necesitan los muchachos, si aquí lo único importante, aunque no salgas de Malcocinado es hablar en inglés, aunque no sepas de que hablas.

Para nuestra suerte, la asignatura de Filosofía vuelve a los institutos extremeños para quedarse. Nuestros jóvenes volverán a filosofear, a amar la sabiduría, que eso precisamente, filo y Sofía, es lo que significa esta asignatura imprescindible para tener mejores personas. Los jóvenes extremeños vuelven a ser filósofos. ¡Viva Extremadura!