Afirmar que el 1º de Mayo es una jornada reivindicativa que concierne por igual a trabajadoras y trabajadores podría parecer una obviedad. O quizás no. Su denominación clásica, como Día Internacional de los Trabajadores, se enfrenta a la permanente demanda desde la lucha de las mujeres, a la utilización de un término que las incluya.
Así, desde la perspectiva de un uso no sexista del lenguaje, el 1º de Mayo debería nombrarse como el Día Internacional del Trabajo. Porque si bien es cierto que las mujeres han tenido una presencia activa en el desarrollo del movimiento obrero, en ocasiones se las trata como recién llegadas a la lucha sindical. También en el reconocimiento histórico.
Efectivamente, a pesar de que la historia del movimiento obrero es una historia de mujeres y hombres, continúa en proceso de estudio e investigación el papel que éstas desempeñaron en la organización de la clase trabajadora y su participación en la actividad sindical clandestina. No porque no estuvieran, si no, porque como dice Carmen Muñoz Ruiz (2007: 245): “(…) sus acciones no han pasado a la memoria colectiva ni han sido reflejadas en la historiografía al uso de manera proporcional a su participación real”.
A modo de ejemplo, las investigaciones sobre la construcción de CCOO como organización sindical, y en particular en Extremadura, no hacen justicia a la aportación de las mujeres a la lucha obrera, a pesar de que la cárcel, el exilio, la represión, la penuria, el hambre, la emigración, el trabajo, la huelga, los despidos, las indignas condiciones laborales, etc. la sufrieron hombres y mujeres, aunque como nos cuenta la historiografía feminista, de modo desigual. El valor social y económico decayó en perjuicio de las mujeres hasta convertirlas en invisibles.
A pesar de la invisibilidad histórica, las mujeres también forman parte de la lucha obrera, también crean comisiones de obreras en sus fábricas, participan en las huelgas y ocuparon puestos de enlaces de empresas. Además, participaron en movimientos de apoyo a trabajadores huelguistas y/o encarcelados y crearon asociaciones de mujeres tanto para las acciones de solidaridad como para encauzar sus reivindicaciones básicas.
Hoy la participación de las mujeres en el sindicalismo de clase, en particular CCOO, es incuestionable, definiéndose en sus principios programáticos como un sindicato de mujeres y hombres. La presencia de mujeres en todos los ámbitos y estructuras de la organización es una realidad, aunque con un desigual reparto en los ámbitos de poder.
Es este recorrido, las secretarias de la Mujer han tenido, desde su creación en el 1º Congreso Confederal (1978), y en toda la historia del sindicato un papel relevante. Así, con la conciencia cada vez mayor de que las desigualdades de género son un producto social, las secretarías de la Mujer de CCOO se han vertebrado como la mejor herramienta para impulsar y promover las políticas de igualdad en la estructura interna y en la acción política e institucional del sindicato.
También para recordar que en el actual marco de relaciones laborales, el modelo de “trabajador”, asociado al varón con empleo y sustentador de la economía familiar, empieza a ser una realidad obsoleta. Un modelo que igualmente deberían empezar a descartar en sus discursos y acciones las personas comprometidas con el sindicalismo de clase.
Por todo ello, viva el Día Internacional del Trabajo, compañeras y compañeros!
