Todos somos consumidores en mayor o menor medida de aparatos electrónicos, electrodomésticos u otros aparatos que, aunque sus fabricantes van introduciendo grandes mejoras y actualizaciones, no siempre van acompañadas de una mejor vida útil, todo ello tiene un porque y como os contaré en este artículo, no es algo casual, si no como bien anuncio en el titular es algo “programado” por los propios fabricantes.
En cuantas ocasiones como consumidores nos hemos hecho la pregunta: ¿que compensa más económicamente, reparar un aparato o bien adquirir uno nuevo?, pues bien, en realidad son pocos los artículos que no están programados para “morir”, todos en alguna ocasión hemos sido testigos de la “defunción” repentina de alguno de nuestros aparatos electrónicos o de nuestros electrodomésticos, pues efectivamente eso se define como “Obsolescencia programada”.
La Obsolescencia programada es una estrategia comercial que consiste en planificar el fin de la vida útil de un producto, de esta forma el fabricante calcula el tiempo que dicho producto se quede obsoleto o inservible con la única intención de forzar al consumo de nuevos productos, lógicamente esto lo podríamos definir como una “artimaña” que nos fuerza a tener que sustituir en un determinado tiempo nuestro artículo por uno nuevo.
Una variante de la obsolescencia programada es la obsolescencia percibida, esta consiste en utilizar la maquinaria publicitaria de los fabricantes para crear en el consumidor la necesidad de poseer el último modelo y el más avanzado, este tipo de obsolescencia se esconde tras slogans como “hacer la vida más fácil”, “adaptarse a los tiempos que corren”, etc… y aunque realmente aun podamos seguir utilizando el modelo más “viejo” provocan que los consumidores se encaprichen de un nuevo modelo más grande, bonito y moderno.
Las consecuencias de estas prácticas son claras, el bolsillo del consumidor se ve afectado a la continua sustitución de un producto por otro nuevo, hecho que cada vez se produce con más frecuencia y en periodos de tiempo más cortos ya que cada vez más los fabricantes renuevan sus modelos y productos con más rapidez, añadiendo mejoras que supuestamente dejan obsoleto al modelo anterior cuando en muchos casos no es así, por otro lado están las consecuencias psicológicas que también son evidentes, hasta el punto de modificar las pautas de consumo, haciendo que el consumidor en muchos casos desee productos que no necesitan.
En resumen, la obsolescencia programada es un lucrativo negocio que hace que los fabricantes ingresen grandes beneficios y que en muchos productos está presente, una de las más comunes es en las bombillas, en los aparatos electrónicos y hasta en componentes para el automóvil, podríamos plantearnos cuanto de “ético” tiene esta práctica, y llegados a este punto nos podríamos hacer esta pregunta: ¿Sería razonable penalizar la obsolescencia programada?, en países como Francia ya estudian la posibilidad de convertirlo en delito penal, ahí lo dejo.
