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Los invisibles

14 de Septiembre | 11:03
Los invisibles
Perpleja ante mi inicio en el carnismo que me está llevando el libro que he empezado a leer: ¿Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas?, de Melanie Joy, un regalo de cumpleaños a una vegana por parte de un grupo de amigas omnívoras. Pobre de ellas no saben lo que han hecho.

En este libro, en su primer capítulo se habla de la anestesia emocional a la que el sistema nos induce para poder consumir carne sin sentir un conflicto moral y ético que nos lleve a un malestar, un problema que nos llevaría a no sentirnos cómodos con lo que comemos, con lo que somos. Por ello esta anestesia, nos permite cambiar nuestra percepción e invisibilizar a los animales y sus condiciones en las fábricas de carne.

Todo esto me ha llevado a realizar una introspección, y rebuscar, dar marcha atrás en mi vida y volver a cuando era omnívora, y comer animales ni siquiera era una problemática, ni siquiera existía en mi mente. Pero de pronto ha saltado a mi mente, como un dispositivo de muelle, como esas cajas de música de la que salía un duendecillo y casi te mataba de un susto, un recuerdo. He recordado la primera vez que me pregunté como las personas podía hacer oídos sordos a injusticias, como podían ver el dolor, el sufrimiento, la violencia y aun así sentirse ajenos, indiferentes, e incluso justificarlo. La primera vez fue cuando yo era ese animal encerrado, ese cerdo en el corredor de la muerte, maltratada, agónica e indefensa y nadie me veía. Sentía ira, sentía rencor e impotencia hacia aquellos insensibles incapaces de levantar una mano en mi ayuda, o lo que era peor ni siquiera levantar la mirada hacia mí. Me encontraba sola y perdida en medio de la oscuridad buscando una mano amiga, y nadie me la brindó. Recuerdo aquella sensación como si el mundo me hubiese dado la espalda. Ahora se que sencillamente no me veían, era invisible a sus ojos como cualquier dilema ético y moral lo es a los ojos de aquellos que cegados por una sistema patriarcal son incapaces de sentenciar una situación incongruente a sus valores. Pues si preguntas a cualquier persona, estará absolutamente en contra de cualquier tipo de violencia, nadie se pondrá del lado de la violencia.

Por tanto esta anestesia emocional se puede aplicar a todo lo que nos rodea y a todo lo que nos invade vía televisión, prensa, etc. Solemos crear una especie de filtro que de manera inconsciente esquiva los pelotazos que nos envía la vida y que consideramos demasiado molestos para seguir nuestra vida sin inconveniencias. En contra posición se encontraría la empatía.

Todos sentenciarán y juzgarán la violencia sin un ápice de duda, pero… cuando ocurre delante de ti, esa empatía de la que todos hacemos alarde tarde o temprano en nuestras vidas y que todos creemos tener, pasa a ser apatía por un sencillo método de anestesia emocional para poder seguir adelante sin tambalear los esquemas de tu vida y de tu mente, y de que de este modo te hundas en un abismo de fraude contigo mismo. Será que por eso yo encaminé sin darme cuenta un camino de visibilización, un camino hacia la luz, un camino de dolorosa y desgarradora verdad hacia la liberación de los invisibles, sencillamente porque no quería seguir defraudándome a mi misma. 

Según el estudio realizado por la universidad de Oxford, llamado “ Analysis and valuation of the health and climate change cobenefits of dietary change” (traducido como Análisis y valoración de los beneficios en la salud y el cambio climático provenientes del cambio dietético). Algo tan sumamente sencillo como cambiar aquello que ponemos en nuestro plato nos podría ahorrar entre 5-8 millones de muertes por año para 2050. Muertes humanas, y muchas más de animales. Pero en este caso no me voy a basar en datos numéricos para justificarme, en este caso se trata de un tema de corazón, co(n)razón, de sentir.

Hace 4 años decidí cambiar mi filosofía de vida, no solo mi dieta, decidí que no quería seguir siendo participe del sufrimiento de otros seres. Por el simple hecho de que podía decidirlo, tenía opción y escogí una opción justa para todos. Sin embargo estuve 25 años sin ser consciente de ello, y no me sentía culpable, ni un solo momento pensé en que había millones y millones de animales muriendo para que yo pudiera comerlos, ni que la vida fuera una condena para ellos. Y es que muchas veces ser invisible es algo que no escoges si naces en la parte del mundo equivocada, en el sexo equivocado, en la “raza” o especie equivocada. Alguien decide cuál es tu papel en el mundo y pasado unos ciertos siglos la tradición, con su manto que todo lo cubre, lo justifica todo.

Pero y si de pronto esa venda, esa capa de invisibilidad se cayera o alguien tirara de ella… ¿Serías capaz de mirar? ¿Te atreves a ver más allá?

Documentales:

  • Earthlings documental
  • Cowspiracy documental
Charlas:

  • El mejor discurso que jamás escucharás – Gary Yourofsky
  • James Wildman – 101 razones.


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