Viendo los programas de algunos partidos y tratando de averiguar con cuál coincido más o menos, me encuentro perplejo a la hora de elegir “un menú excluyente”. Este sí, este no, mis coincidencias y exclusiones van más con los principios que aceptan o excluyen mi valor predominante. Podría decir que elegiría un partido (aparte de Extremadura Unida), pero solo para ciertos valores y no para todos. Podría decir que elijo un “menú a la carta”, con la contradicción que implica. Tres principios de aquí, dos de allí y algunos propios que no coinciden plenamente con otros. Todos son interpretables a partir del valor supremo que da sentido a cada uno de los demás valores.
Ahora parece que los comentaristas y los partidos están examinando el éxito de VOX en Andalucía, ¿qué les une y qué les separa? Creo que el valor fundamental que une a los partidos que podríamos llamar “serios” o constitucionalistas es la Constitución y la integridad de la nación Española. A partir de ahí, las discrepancias en las opiniones, como suele decirse, son libres. Lo que creo necesario es que se coincida en los valores fundamentales.
Cuando dos partidos se alternaban en el poder, había como un “menú selecto”, a gusto de unos o de otros, sacrificando en parte la libertad personal plena por la libertad socializada. Tratamos de unir partidos que no son homogéneos con tal de conseguir el poder a base de tener más fuerza en el dominio. Pero la actitud permisiva ante los que se han reído de la ley y de los que la cumplían, ha hecho que la balanza se inclinara hacia los valores predominantes y han prescindido en el análisis de otros valores que no han tenido en cuenta. Se han ido a los valores esenciales, sin preocuparse de otros de segundo rango.
Para algunos, el valor determinante o principal, es la unidad de la nación. Para otros conseguir el poder, aunque peligre la unidad de España. Incluso para los separatistas y afines, el valor supremo es el que da sentido al rechazo a todo lo nacional. Lo importante para ellos no es la nación, sino la independencia.
El valor supremo en cada programa es el determinante. Como ocurre a nivel personal, el valor que define nuestra vida es aquél al que no renunciaríamos por nada del mundo. Creo que a una gran mayoría de españoles les duele el menosprecio que algunos muestran por la nación de todos, les duele España, aunque tengan “otros amores y dolores” también muy importantes; pero la balanza se inclina según el valor fundamental, los otros se pueden dejar en hibernación.
El valor que define es aquél al que no renunciamos a ningún precio. ¿Cuál es el valor supremo de cada partido? España, el poder, el dinero, el bienestar, la igualdad, la verdad, la salud, la justicia, el derribar al contrario… Si averiguamos cuál es de verdad el valor fundamental de cada partido, quizás podríamos descubrir la clave con que se mueven hacia uno u otro lado. Los programas de los partidos no defienden verdades homogéneas, sino un conjunto de opiniones en que la opción principal arrastra a las de menos peso.
Al terminar el día de la Constitución en el Congreso y después de recrearme oyendo los discursos, pregunté a un compañero cualificado, Ramón Tamames, ¿has oído en algún discurso la palabra verdad? Y me dijo que no, lo mismo que yo había percibido y lo mismo que percibió otro constituyente, profesor de Derecho, que estaba a mi derecha.
Esta reflexión última, me permite dudar de la homogeneidad de nuestros juicios y opiniones en los programas de los partidos, porque no se trata de buscar la verdad, sino de imponer, con más o menos fuerza, nuestras opiniones a los demás.
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