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La iglesia y el secesionismo

22 de Noviembre | 12:50
La iglesia y el secesionismo
Ayer leía un interesante artículo del Arzobispo de Valencia D. Antonio Cañizares que titulaba “Cataluña: Reflexiones desde la fe”. Entre otras cosas, el prelado valenciano decía: “En primer lugar hay que señalar que cuando la Iglesia, los obispos, entran en temas de situación social, no se entrometen en el campo de la política, que no es el suyo, pero sí en el de la moral que les incumbe plenamente”. No es mi intención ponerle “peros” a las reflexiones del Sr. Arzobispo, pero, después de oír y leer las “pastorales” y “soflamas” del clero catalán incluidos los obispos que, según D. Antonio son los portavoces más autorizados de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, a uno le queda la duda de que estos reverendos con barretina sólo entren en el campo de la moral cuando animan a los fieles a ir contra la legislación vigente y, sobre todo, cuando preconizan la división, el odio y la insolidaridad.

Hay un sector de la Iglesia española que, por unas razones u otras, han dejado de lado el ecumenismo y se han convertido en un coto cerrado donde imperan más los valores raciales y segregacionistas que los evangélicos. En el País Vasco, el papel de buena parte del clero fue incuestionablemente de apoyo al terrorismo etarra por acción o por omisión. No sé si ETA nació en los seminarios como algunos apuntan, pero de lo que estoy seguro, es que sí estuvo en alguna que otra sacristía. Obispos aberzales despreciaron a las víctimas de la violencia y apoyaron a los verdugos cual “hooligans de Barrabás” frente al balcón de Pilatos. Y lo peor es que los que lloraron no fueron, como dicen las bienaventuranzas, consolados y los que causaron tantas lágrimas, ni siquiera recriminados.

En Cataluña, como ya ocurriera en el País Vasco, parte del clero con sus portavoces a la cabeza se ha olvidado de la catolicidad de la Iglesia y ha montado un chiringuito “naZicatalanista” donde se desprecia y persigue al “charnego” e incluso se le invita a abandonar los templos. La Iglesia catalana, mal que les pese a algunos, está contribuyendo a sembrar la discordia y el odio en las familias, está apoyando las desigualdades sociales y, lo que es más grave, ha renunciado al mensaje evangélico del amor al prójimo.

Ante esta realidad fácil de constatar por las homilías y declaraciones de obispos y sacerdotes catalanes, los católicos no entendemos el silencio de los que dicen que la Iglesia tiene la misión de vivir en comunión con Cristo. ¿Es que acaso Cristo hizo alguna distinción entre judíos y gentiles? ¿Es que acaso Cristo no abogó por la solidaridad y por la igualdad de todos los hombres? Uno como cristiano, lamenta que mientras la voz de la Iglesia se levanta en otras latitudes para denunciar los abusos a los que se somete a los católicos, en España, ni la Conferencia Episcopal, ni la Nunciatura y, mucho menos desde la Santa Sede, se pronuncie una sola palabra contra el clero naZionalcatalanista o, al menos, se dé apoyo a los miles de católicos catalanes que por el sólo hecho de no ser independentistas se les está echando de las iglesias y segregando socialmente.

No hay nada menos cristiano que los nacionalismos excluyentes que envenenan las sociedades donde se instalan. Los derechos de los que no comulgan con sus ideas, de quienes no corean sus proclamas, no existen. Como consecuencia desaparece la igualdad y una parte de la sociedad queda señalada, discriminada y hasta amenazada por el totalitarismo de unos cuantos. En 1965 Pablo VI promulgaba la Constitución del Concilio Vaticano II titulada Gaudium et spes (La alegría y la esperanza), en ella se exhorta a los sacerdotes y obispos a que “eviten toda causa de dispersión, para que todo el género humano venga a la unidad de la familia de Dios”. Por si fuera poco, exige ampliar la mente más allá de las fronteras de la propia nación (el texto original latino dice: “ultra fines propriae nationis”), y renunciar al egoísmo nacional, a la ambición de dominar a otras naciones; se debe alimentar un profundo respeto por toda la Humanidad. Desgraciadamente algunos obispos y sacerdotes han olvidado el mensaje de la Iglesia y lo que es peor, el mensaje del evangelio.

DB


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