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Opinión-Editorial

De maestros y maestras pasteleros

19 de Septiembre | 11:43
De maestros y maestras pasteleros
Yo quería mucho a mi madrina, lástima que el tiempo nos fuera separando físicamente. Era una de las hermanas de mi madre, guapa, serena, inteligente. Estudió Magisterio en Zamora y experimentó el dolor de ver morir, cercana su boda, a su novio de tuberculosis. Se casó luego con un militar y tuvo dos hijos estupendos. A mí me gustaba mucho ir a su casa, ella leía la revista “La Gaceta Ilustrada” y tenía todos los números que yo asimilaba con fruición. Así conocí quien era Oriana Fallaci y otros grandes del periodismo mundial. Así le puse rostro a algunas situaciones internacionales. Así, también, me formé. 

Si mi madrina viviera hoy, seguro que habría utilizado uno de sus términos favoritos para referirse a esta vieja disposición de las personas a cambiar de “discurso” y de “camisa” con demasiada asiduidad. 

-“¿Ese?. Ese es un ‘pastelero’ “- decía ella cuando quería explicar la costumbre inveterada de quienes carecen de criterio fijo y sustituyen “discursos”, “amos” o “socios” por otros, en función de circunstancias e intereses personales. 

Pasteleros de pastelear, claro. Al parecer, en política siempre han existido, desde antiguo, este tipo de perfiles. “Rosita la pastelera” fue el mote que el pueblo llano puso a Francisco de Paula Martínez de la Rosa Bermejo Gómez y Arroyo, nacido en 1787, quien fuera dramaturgo y político, allá por los tiempos de Maria Cristina, Reina Gobernadora de España durante la minoría de edad de Isabel II. Ella lo nombraría presidente del consejo   de ministros, cargo en el que estuvo desde enero de 1834 hasta mayo de 1835. Lo apodaron así (cuentan las crónicas) dada su fama de “componedor”, de sabio maestro “pastelero” de ideologías  a conveniencia (lo de Rosita fue otro cantar). Y hasta le sacaron en coplas (“Estaba Rosita/ haciendo un pastel”) que las mujeres casaderas cantaban en los obradores… Su experiencia política fue amplia. De joven participó con los liberales en la Guerra de la Independencia y fue elegido diputado en las Cortes de Cádiz. Fernando VII lo encarceló y hubo de exiliarse. Cuando este rey murió volvería a España. La idea de un parlamento con dos cámaras fue suya. Su eclecticismo y sentido práctico han quedado para la historia. 

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Así que será por eso su tendencia a repetir y repetirse, en épocas distintas y episodios diferentes. Los viejos conceptos, ánimos y deseos, tan indisolubles con la propia esencia del ser humano siguen estando ahí. Ya lo dijo Shakespeare y lo cuenta (con indudable éxito) una serie de nuestros días “Juego de Tronos”, esa que el líder de Podemos regalara  en su momento al rey actual. El deseo de poder sigue dirigiendo muchos caminos personales y el pragmatismo en el uso de la táctica. Y lo sorprendente es que “el pueblo” sigue cayendo en la trampa de quienes les dicen una cosa y la contraria; de aquellos que se acuestan de un color y se levantan de otro, justificándolo en una supuesta bondad de determinados proyectos colectivos, aunque tenga poco de tales. 

Carmen Heras.



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