A estas alturas de la película, todo el mundo sabe que las carretas vacías hacen mucho ruido, bastante más que las llenas. Ejemplos los hay a montones y algunos parecen preferirlas porque insisten en encuadrarlas en los primeros planos, convirtiéndolas en protagonistas. Las encuentras por todas partes y encima hablan sin parar. Cercanas a los enemigos del refrán "el buen paño, en el arca se vende", algo que ha dejado de ser cierto hace mucho. Más si cabe, cuando el tejido es para un "aparentar", como mucho...
Pasábamos por allí cuando de repente cambiaron los paradigmas sin pedir demasiados permisos. Y los códigos preestablecidos se pervirtieron. Y hubo que construir otros deprisa y corriendo. Quizá fuera eso, y un excesivo envaramiento en los amigos y aliados, la causa de la separación entre las personas de un mismo partido político y entre éstas y todas las demás en cada espacio. El mensaje perdió la fuerza y los mensajeros ni te cuento.
Dicen que las actrices maduras triunfan en Cannes, si, esas que ya no tienen las piernas tan firmes como antes, pero mantienen el interés en la mirada y lo contagian. Saben ustedes que la cara es el espejo del alma. Ganan menos dinero, disponen de guiones peores, pero cuando hablan se las escucha, su personalidad está configurada y sus miedos controlados. Así que copan fotos y titulares, se reafirman. Y ello es un plus para la industria, amigos.
Muchas veces me pregunto el por qué la sociedad de hoy (o de siempre) se desprende del talento con tanta facilidad. Sin recambios, en perfecta despreocupación. Es un síntoma de "pobre niño rico", sin duda. Pero, con la crisis psicológica unida a la otra, esa que se llevó por delante a Zapatero pero ha respetado a Rajoy, ya (casi) no hay niños ricos en nuestros entornos...
Un partido político que desprecia el talento está condenado a la mediocridad o a la desaparición, tarde lo qué tarde, porque las estructuras cada vez más huecas se resienten, porque la carcoma actúa sin parar hasta que lo destruye por dentro y el armazón se derrumba. Porque la banalidad no ha insuflado nunca de aire las velas de ningún barco que se precie, ni puede impulsarlo eternamente.
Un partido político sin organización no funciona. Y no debiera confiar todas sus fortalezas en una sola figura, aún cuando ésta fuera muy respetada. Y aunque lo que sucede en Madrid o Barcelona tiene mucha importancia (ya nos lo cuentan muy bien todos los medios), hay otros territorios en esta España nuestra en los que también suceden cosas determinantes. Le pese a quien le pese.
Dicen los libros que las actitudes y aptitudes se complementan. Las primeras porque sitúan las dificultades en un justo medio entre reto y progreso; las segundas porque hablan de los recursos de que se dispone para afrontar aquellas. Oiremos hablar de las unas y de las otras. Veremos.
Carmen Heras
