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LA PUERTA DE TANNHAUSER

El enigma de la conciencia

5 de Abril | 12:20
El enigma de la conciencia
Uno de los asuntos más apasionantes que existen (al menos resulta ser una de mis principales inquietudes) es el referido a la consciencia, al estado de percepción de la realidad en la que vivimos.

Se trata de un tema controvertido, enigmático en sí mismo del que poco sabemos a pesar de que conocemos que todo es responsabilidad de nuestro cerebro.

Vivimos en “nuestro” mundo, el mismo es el resultado de nuestra propias percepciones gracias a la emergencia de la consciencia, a su puesta en escena desde lo más profundo de la oscuridad de nuestra mente, algo que nos resulta una obviedad a los hombres de este tiempo pero que ya intuían hace siglos grandes pensadores que poco o nada sabían de las neurociencias, tales como Platón, Kant o mi admirado Schopenhauer.

Precisamente, y por motivos académicos debido a los cuáles  me he acercado a la obra de este último, he tenido que volver a sumergirme en los trabajos de divulgación de un experto en estas cuestiones del funcionamiento del cerebro. Un extremeño ilustre, sanvicenteño, quizás todavía poco reconocido para el bagaje que atesora en su haber en aquello del estudio del cerebro y sus funciones, el catedrático de psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ignacio Morgado Bernal. Su libro “como percibimos el mundo”, (editorial Ariel 2012), ya leído en su momento, y ahora, nuevamente retomado desde otra perspectiva, es una oda al enigma de la consciencia y de su puesta en escena.

Por increíble que parezca, muy poco se sabe de ella, salvo su base anatómica (somos cerebro, algo que ya intuía Aristóteles, por ejemplo) y una presumible base fisiológica en forma de varias hipótesis que quedan aún por demostrar. De entre las tres posibles explicaciones, la más plausible es aquella que se inclina por la sincronía funcional de las redes neuronales que se organizan en nuestro cerebro, en su lenguaje simétrico. De este modo, la inconsciencia residiría en el desorden operativo de nuestras neuronas que a veces se ordena, y entonces ya representamos lo que pensamos o percibimos desde nuestra base sensorial, la puerta de entrada del mundo hacia nuestro interior.

Pero repito, todo esto son solamente hipótesis. Nuestra mente no nos permite llegar a ver cuál es su propio origen.

Precisamente, y debido a ello, ella misma nos hace plantearnos preguntas sobre la conciencia que presumiblemente no podamos resolver nunca del todo, ni llegando a conocer siquiera la base orgánica de su consistencia, de su emergencia, algo que Morgado haciéndose eco en los trabajos científicos existentes, descarta casi del todo.

Alude a explicaciones diversas, si bien el origen pudiera estar en las estrategias adaptativas de la evolución (¿la misma “voluntad” que alude el maestro Schopenhauer desde la metafísica?). ¿Podría nuestro cerebro “pensar” en la consciencia, en cómo se articula?¿sería capaz de aceptar la levedad existencial de saber que todo es tan simple como una red de neuronas interaccionado entre sí?   

Probablemente no, y es por ello que nuestro mente no esté preparada aún y no sabemos si alguna vez en nuestra historia evolutiva, para asumir esta revelación tan desgarradora.

En esa zona de confort en el que este gran enigma fue el deseo del conocimiento del hombre desde que es tal, hemos crecido, nos hemos hecho a nosotros mismos como especie. Las grandes dudas de la existencia en el que adquiere una importancia capital la consciencia y la autoconciencia, han servido para que al final lo que emergieran en nuestra mente fueran  creencias aliviadoras. Hemos tenido que llenar el vacío que supone el no saber; el pensamiento religioso (que no las religiones) ha sido un ungüento frente a los dolores de la ignorancia, también la filosofía, que ha buscado con ahínco respuestas desde la reflexión y la observación del mundo.

La Ciencia ha intentando (está intentando, de hecho) responder este enigma desde el empirismo, aunque si atendemos a los argumentos que arroja Morgado en su libro, jamás podremos resolverlo dadas nuestras limitaciones orgánicas.

Pero a pesar de esta gran tragedia, confío en que llegaremos a conocer respuestas a algunas incógnitas de menor calado que ayudarán a entendernos a nosotros mismos, y todo ello gracias a la ciencia y a la filosofía, las dos grandes ramas del conocimiento en aquellas cuestiones del saber.

 



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