Llegué a la playa muy cansada. Mentalmente, sobre todo. Había sido un final de curso muy compacto, muy espeso, intelectualmente hablando. Entre exámenes, juntas, responsabilidades. Me pedía el cuerpo no leer. Ni una letra. Veía los periódicos pasar por mi lado en el hotel o en el restaurante y no tenía fuerzas para cogerlos, tal era mi bloqueo.
Así estuve varios días. Nunca me había ocurrido algo parecido. Sobre todo, porque la curiosidad social o política sobre nuestro entorno es inherente a mí. Y en aquel momento pareciera haberla perdido.
En la zona cercana a la playa elegida, había un quiosco por cuya puerta era necesario pasar todas las veces que íbamos a bañarnos. La tienda estaba repleta de cuánto suele tener un establecimiento de estas características, en zona de veraneantes que buscan agua, luz y sol. Sobre todo mucho sol. Y pescaíto. Y arena y agua. Allí había sombreros, cubos, palas, golosinas...y prensa. Junto a la del país, la de siempre de Extremadura, que en aquel tiempo hacia ediciones para los lugares más comunes de veraneo de los extremeños. No existía lo digital, solo el papel.
Así que yo pasaba por la puerta (cuando iba y cuando volvía) y el expositor "me saludaba" a diario con alguna información de la tierra, escrita en letras grandes en las portadas matinales, junto al logotipo del periódico. Badajoz, Almendralejo, Plasencia, Cáceres...y sus noticias del verano, reclamaban mi atención. Un dia tras otro hasta que "piqué" y nuevamente volví a las andadas de convertir en rito diario la lectura periodística local. Como siempre había hecho. Curada y desbloqueada. O lo contrario, vaya usted a saber. Pero con las tasas normales en sangre, jajaja.
¿Que por qué les cuento esto? Por resumirles mi respeto y aprecio, desde antiguo, hacia la prensa, puntal indiscutible en la información y formación de cualquier ser humano. La uso hasta para explicar las matemáticas. Mi falta de prejuicios hacia ella (leo toda cuánto puedo) es total, leo a izquierda y a derecha, independientemente de la tendencia o de su empresa editora. Solo le pido ética y coherencia diaria. Como a cualquiera. No es de ahora.
Por eso necesito de su seriedad. Y la de quienes la hacen. Para que, en el momento presente, no se caigan todas mis referencias intelectuales y vitales entre tanta confusión y abandono. Para que sigan brillando algunas lucecitas, por más que el cielo esté oscuro y el mar encrespado. Entre la mediocridad dominante, hecha fuerte en cualquier rincón, desde donde se legisla, se dirige, se...
Amigos por favor, manténganse enhiestos. Nos lo deben. A cuántos hemos madurado y aprendido a través suyo y a su lado. A quienes convertimos muchos fines de semana en sesiones de lecturas compulsivas de tanta firma reconocida de su profesión. Háganlo por las generaciones que supieron de la falta de libertad, pero también por las que no saben de sus límites y contrapartidas. Porque ambas, han de seguir aprendiendo.
Carmen Heras