El refranero español alerta del riesgo que se corre cuando encargamos a los lobos vigilar a las ovejas. Es lo que hicimos al nombrar al Banco de España supervisor de las buenas actuaciones de la banca privada y/o al situar al frente del mismo a financieros cuyos intereses, ocupaciones y preocupaciones son colindantes con los intereses, ocupaciones y preocupaciones de las grandes fortunas de este país.
El Banco de España tiene excepcionales trabajadores quienes, tras realizar un riguroso estudio sobre la situación financiera de Bankia, en manos en ese momento de Rodrigo Rato, uno de los mayores ladrones que han hollado el suelo español, elevaron sus inquietudes a los directivos de la institución y alertaron de los riesgos de la salida a bolsa de la entidad. No tiene solvencia, no está capacitada, los ahorradores perderán millones… Los correos electrónicos destapados, y que implican al máximo responsable del Banco, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, reflejan que la cúpula directiva no solo hizo caso omiso de dichos informes, sino que avalaron la operación con nocturnidad y alevosía.
Fue un desastre. El agujero económico y la quiebra aún la estamos pagando merced al rescate con dinero público de Bankia y miles de personas perdieron su dinero. El Gobernador del Banco de España siguió tranquilamente en su puesto de trabajo, terminó por jubilarse con una pensión millonaria y hoy defiende su gestión frente a unos jueces que, ante tantos despropósitos, se han visto obligados a intervenir y, al menos, llamar a declarar a los directivos de la entidad en calidad de imputados (o investigados, en la terminología actual).
Deberíamos tener presos a buena parte de nuestros banqueros. Han demostrado no solo su incapacidad, sino su falta de escrúpulos. Quisieron ganar todo el dinero posible del mundo y no dudaron en acudir a cualquier bajeza imaginable en su propósito.
Cláusulas suelo, hipotecas engañosas, créditos temerarios, operaciones financieras turbias, tarjetas opacas… La lista es bochornosa. Y la cara dura de un Gobierno – el de Zapatero antes de 2011 y el de Rajoy desde entonces – palpable. Hormigón, como poco.
Desde que las familias de banqueros franquistas, aquellos siete magníficos que ponderaba el Madrid del peloteo y del pelotazo, vienen controlando el cotarro en nuestro país, la reforma del sistema financiero español es una asignatura pendiente.
Ningún ejecutivo ha querido enfrentarla porque supone atacar de raíz a una plaga endémica, pero de lo más lucrativa para unos pocos, poderosos. Muy poderosos. Que prácticamente todos los partidos viejos tengan contraídas deudas millonarias con los bancos explica también el poquísimo interés que han mostrado PP, PSOE, CiU o PNV en atajar los desmanes. Ellos roban, y mientras tanto van condonando las deudas electorales de las organizaciones políticas, ciertamente abultadas.
A fin de cuenta otro refrán explica que lobo no muerde a lobo.
