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Opinión-Editorial

Pequeña Lucía

14 de Febrero | 14:21
Pequeña Lucía
Si echamos la vista atrás han sido muchos ya los artículos que hemos compartido, no solo los siento míos, sino te todos y cada uno de vosotros que fieles a la cita semanal leéis mis humildes letras, sean o no acertadas nunca me falláis. A lo largo de este tiempo he compartido mis sentimientos con vosotros, el peor momento de mi vida, de nuestra vida, quise expresarlo de la mejor manera que sé, con palabras, con mis letras y todos y cada uno de vosotros me respondisteis, fuisteis un apoyo incondicional y cada una de vuestras palabras me daba vida. Hoy paso a la otra cara de la moneda, a la del mejor momento de mi vida, de nuestra vida.

 
Mañana iba a ser un día especial, qué digo especial, el más especial hasta el momento pero quiso Dios que ese día llegara por sorpresa, y tanto que llegó, los planes cambiaron y el sábado se convirtió en ese día, el que nunca olvidaré, qué verdad es que el hombre propone y Dios dispone.

La pequeña Lucía llegó sin hacer ruido, o sí, porque tiene unos pulmones…, parece mentira que un cuerpito tan pequeño tenga esa energía. Esa energía nos faltaba a nosotros, todo iba bien, los meses de espera se iban completando, el miedo siempre estaba presente y nuestro cuerpo sacaba fuerzas de no sabemos dónde. El sábado los sentimientos se revolucionaron, una mezcla de ilusión y pavor por lo que pudiera pasar que en cuestión de minutos se tornó en la mayor de las alegrías que necesitábamos.

Las lágrimas corrían por mis mejillas como aquella vez, como aquellas veces, pero esta vez eran calientes, estaban llenas de vida, de amor, de esperanza, en su día fueron las más heladoras que pudierais imaginar, pero hoy no, hoy vienen cargadas del calor de un cuerpito que con cada gesto nos derrite.

¿Cómo os explico quién es Lucía? Pues muy sencillo, mi Lucía, mi sobrina. Una mujer más en la familia, una generación más, pero no una cualquiera, es Lucía. De ojos oscuros, o eso creo porque se dejan ver poco, le puede más el sueño; de labios dibujados, una boquita de piñón que deja entrever una pequeña lengua roja que chupa y chupa por el regusto de la leche, ¡qué rica está! De cejas claras, tal es así que yo diría que no tiene; de pestañas pequeñas, como toda ella, creo que hasta se pueden contar; todo ello enmarcada por una cara redondita y sonrosada con unas cachete que dan gusto tocar; de largos dedos que parecen nunca acabar y cómo agarran, con una fuerza que no se puede explicar; de pies juguetones que se dejan acariciar. ¿Y su piel? Blanca y sedosa, clara como el nácar, suave como un melocotón.  ¿Sabéis ya  quién es Lucía?

No sé si seré capaz de explicar qué siento al verla, al acariciarla, al besarla, qué siento cuando la cojo en brazos, es que no sé cómo explicarlo. Ayer me decía un amigo: espera que te limpio la baba, si es que solo hay que mirarte a los ojos para ver qué sientes. Pues creo que sí, que tiene razón, estos ojos llevaban tristes mucho tiempo, habían perdido el brillo que les caracterizaba y así, en cuestión de horas ha recuperado su verde especial, su brillo especial, su mirada especial.

Lucía has llegado a nuestras vidas para removerlas, nada volverá a ser igual desde ahora, todo ha cambiado, hasta nosotros hemos cambiado, ya tenemos un título más, el de mamá, el de abuela, el de tía, ¡cuántas mujeres juntas! ¡Temblad que hay una mujer nueva en la familia!

Y sí, lo confieso, hasta que escuché ese llanto no dejé de temblar y aún lo sigo haciendo porque la vida es complicada, la vida tiene altos y bajos, subidas y bajas, la vida es eso, vida, y estamos para vivirla. Gracias a Dios la vamos a vivir juntas, vamos a disfrutar de cada instante.

Y desde arriba, mirando desde el cielo, sentados cómodos en una nube, Pedro y Pablo nos vigilan, nos guían, nos acompañan, disfrutan de estos primeros días de tu vida, pequeña, disfrutan de nuestras sonrisas y risas, enjugan nuestras lágrimas cuando saben que llegan a nuestra memoria pensando lo que pudo ser y no fue, pero no pasa nada, no, porque será, llegará el día en el que todos podamos disfrutar juntos de aquello que tanto soñamos.

Pequeña, eres el principio del buen camino, el comienzo de todo lo bueno que nos toca porque sí, ahora nos toca lo bueno, tenemos que mirar al ahora, al mañana porque todo se irá enderezando, ¿sabéis por qué? Porque nos lo merecemos, es nuestro momento y nada ni nadie permitirá que cada victoria la saboreemos, vivamos y disfrutemos, ahora sí.

Y no me puedo olvidar de vosotros, gracias a todos los que permanecéis a nuestro lado llevándonos de la mano y formando esa familia tan especial que sin sangre está más que unida.  

Mamá,  has visto, con lo que hemos pasado, ¿y ahora qué? Ahora nos embelesamos, mirando y mirando al borde de esa cunita, pasando las horas pronunciando su nombre, el que está cargado de significado, Lucía. Nuestra Lucía.
 


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