Cada vez que se acercan los procesos congresuales de los partidos, los medios de comunicación mayoritarios y sus respectivas tertulias nos presentan los mismos según dos disyuntivas: si no hay debates y la única voz que se escucha es la del líder de turno, al que todos los demás acompañan como corifeos, entonces el partido es antidemocrático; si, por el contrario, en el partido debaten y hay distintas posturas, entonces es una organización rota, que sucumbe al desastre, una jaula de grillo donde todos están contra todos y nadie respeta al líder.
O líder autoritario o líder macarrónico. Hay que elegir cómo quieres salir en las noticias.
Tremenda paradoja. Continuamente reclamamos partidos más democráticos y más plurales pero no hay manera de que nuestros simpáticos tertulianos contribuyan a normalizar y “despsicopatizar” la democracia y la pluralidad en las organizaciones.
Si una Presidenta Autonómica presenta una enmienda a los estatutos, y precisamente los Congresos están para debatir enmiendas, leemos que “ha desafiado al Presidente Nacional”. Si una minoría – más o menos numerosa – se presenta en listas propias, las columnas titulan que “El partido está dividido”.
Claro que hace tiempo que los grandes medios de comunicación han renunciado a la labor de informar con objetividad y ofrecer la información más veraz posible. Se trata de vender, es su único negocio.
El problema no se limita a los periódicos que cada mañana nos encontramos en los quioscos. También lo tenemos en el caso de las cadenas de televisión, cuyo único afán consiste en lograr audiencias masivas. Y la única receta que son capaces de ensayar es juntar a gente que grite o mienta. Cuanto más griten, mejor.
Los programas presuntamente “de política” devienen en pistas de circo donde triunfan la gente sin escrúpulos. Los pantuflos. Los periodistas que hace siglos olvidaron en qué consiste su profesión.
“No salir en televisión es un signo de distinción”, dijo Umberto Eco. ¡Cuánta razón!
¿Significa entonces que sí, que los partidos políticos son democráticos, plurales, con dirigentes en vez de líderes y bases capaces de tener criterio y llegar a acuerdos en función de los intereses comunes y de la comunidad? ¿Que sólo es una cuestión del “maltrato” mediático? ¡Por supuesto que no!
Pero, parafraseando a Tip y Coll, de los partidos políticos y su vida interna ¡hablaremos la próxima semana!