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Opinión-Editorial
MIS MARTES AL SOL

Cesáreo Rey y la cuarta revolución industrial

10 de Enero | 11:41
Cesáreo Rey y la cuarta revolución industrial
Ando enfrascado con “la cuarta revolución industrial” según los vaticinios de Klaus Schwab, al que se remiten ahora muchos autores para predecir lo que se nos viene encima (yo me quedé en la tercera, de la que hablaba Jeremy Rifkin, cuando aquello de “el fin del trabajo”). En esas cavilaciones estoy cuando me encuentro una foto histórica de Cesáreo Rey, atravesando el Puente de Alcántara con los mansos (carneros que guían el rebaño) a la cabeza. Entonces me acuerdo de otra imagen imperecedera de este gran pastor trashumante, icono de Extremadura, que hizo por esta tierra más que muchos políticos y académicos ilustres. La foto a la que me refiero  es la que está con un Motorola antiguo, hablando desde la Puerta del Sol con las autoridades que querían salir a saludarle, a él y a su comitiva de pastores, ovejas, mastines y burros, y acompañarle unos metros en su recorrido. Esa imagen, que dio la vuelta al mundo, me han ayudado a recuperarla mis amigos de FB y es la que evoca esta columna que dedico a mis obsesiones entre lo antiguo y lo moderno. Y no encuentro mejor mixtura, para hablar de tradición y modernidad que la de un pastor que sobrevivió a aquellos tiempos y acabó modernizando su explotación, poniendo microchip a sus animales y haciendo transacciones por un teléfono móvil.

Los que defendemos las buenas tradiciones (también las hay malas e incluso horrorosas) debemos hacer compatible la nostalgia de su desaparición con la satisfacción y el asombro que nos producen cada día la innovación y los avances tecnológicos, al tiempo que rechazar con toda nuestras fuerzas el falso progreso y la devastación que a veces producen determinados modelos desarrollistas que solo encubren intereses que intentan justificar la especulación en nombre de la ciencia y que se saltan los códigos más elementales de la ética, la economía y una ecología bien entendida. El asunto es que en el transcurso de medio siglo se han producido cambios de tal envergadura, tanto en la vida y la cultura rural, como en la urbana, que cerrar los ojos a ellos, quedándose como el bolero en “lo que pudo haber sido y no fue”, es un actitud torpe en la que a veces muchos podemos haber caído, como otros han caído en la beatería interesada de considerar progreso a todo lo que se ha presentado como avances científicos o tecnológicos.   

El salto que va desde la ganadería que trashumaba cada año de sur a norte, pastando a diente por cañadas, cordeles  y veredas, y seguía en régimen extensivo durante el resto del año por las dehesas y pastizales extremeños, hasta hoy es tremendo. Han cambiado el pelaje los animales, los pastores, las cañadas, las majadas y las explotaciones como de la noche al día. Así como el sabor de los productos, los sistemas de manejo, la alimentación, la sanidad y, sobre todo, la enorme burocracia que les acompaña. Pero no es menos cierto que tener un tanque de  frio en majadas que arden en verano no es malo de suyo. Trabajar menos horas y buscar sistemas de rotación para descansar un día o dos en semana tampoco es mala cosa para los pastores. Deshidratar la leche con plantas tecnológicas modernas, acabando así con su carácter perecedero, abre muchas puertas  a una mejor venta del producto en esta sociedad globalizada a la que hemos llegado casi sin darnos cuenta. Y si me fijo en los cerdos ibéricos, que sean puros y de bellota pastando en las dehesas, es algo sublime, imprescindible mantener amigo Maldonado; pero ya es solo la guinda de un pastel que además no está al alcance de cualquiera. Si queremos que lleguen los jamones y embutido de forma digna al gran público, con buena relación calidad/precio, hay que recurrir al apoyo de la tecnología, como lo hace el amigo Kiko Santana (sigan de cerca la evolución de JAPASUR que dará mucho que hablar). Y esta concentración de innovaciones científicas y técnicas, bien empleadas, son las que están  dado lugar a la “cuarta revolución industrial”, que como todo lo nuevo viene acompañada también de grandes amenazas, sobre todo para tenernos controlados en todo lo que hagamos. Ahora parece que son los robots integrados en sistemas ciberfísicos los responsables de una transformación radical. La convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas anuncian cambios radicales en el mundo que conocemos hasta ahora. Y lo hacen a gran escala y a toda velocidad. Esta nueva revolución afectará al “mercado del empleo, el futuro del trabajo, la desigualdad en los ingresos…etc.”  Se llevará por delante millones de puestos de trabajo y parece que solo beneficiará a quienes sean capaces de innovar y adaptarse a la nueva situación.

Habrá que estar muy atentos para que la tecnología no pase por encima de los marcos sociales, éticos, políticos y ecológicos que necesitamos para hacer buen uso de ella y que ayude a caminar hacia una sociedad más justa y solidaria. El recuerdo de los Cesáreos trashumantes debe servirnos para reivindicar lo bueno y maravilloso de aquella cultura de hombres sabios, que prevaleció durante siglos. Y la destrucción de esos grandes corredores ecológicos que son las cañadas, para tener bien presente a dónde conduce la especulación, la usurpación y el beneficio a cualquier precio. 



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