El espíritu de la Navidad

A los que ya peinamos canas las fiestas navideñas nos van produciendo sentimientos contradictorios, y así nos vamos dando cuenta que hemos pasado de la ilusión de niño, del descubrimiento de joven o de la fabricación de sueños de padre, a ser un espectador de ilusiones, descubrimientos y sueños.

Sin embargo, para los que somos cristianos, la Navidad es un tiempo de esperanza que renovamos año tras año en la confianza de que ese niño, que nació en Belén hace más de dos mil años, es el hijo de Dios hecho hombre que nos va a mostrar el camino de la salvación eterna, un camino de paz, de alegría y de amor. También, incluso para ateos y agnósticos, es tiempo de buenos deseos, es tiempo de reconciliación y sobre todo de ayuda al prójimo más necesitado. O al menos eso debería ser para el común de los mortales que tienen sus raíces en el humanismo cristiano.

Pero como diría D. Hilarión: “hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad”, y en el mundo occidental en general y en España en particular cada año se va perdiendo más el espíritu navideño. Nuestro país tan amante de los extremismos, se ha lanzado hacia una carrera laicista de impredecible final y ya se cuestiona hasta la palabra Navidad, y así algunos progres de salón más carcas que un druida galo, pretenden imponer términos como el de “solsticio de invierno” aduciendo a fiestas ancestrales que celebraban antiguas tribus prerrománicas. Hay que decir, que detrás de este interés etnográfico hay mucho odio y rencor hacia todo lo cristiano, muchas veces motivado por una iglesia que no ha estado en multitud de ocasiones a la altura de las circunstancias, pero también por ese afán de algunos credos políticos de uniformar al ser humano y privarle de su dignidad y capacidad de ser dueño de su propio destino. Se trata de acabar con las libertades individuales con la única finalidad de fabricar una humanidad mansa y materialista que sólo aspire a lo inmediato, a lo cómodo y a lo fácil, y así sea sencillo manipularla y engañarla para mayor gloria del tirano de turno.

Pero nada debe impedirnos en estos días que el ESPÍRITU DE LA NAVIDAD anide en cada uno de nosotros y que al menos la cordialidad presida nuestras relaciones familiares, profesionales e incluso políticas. Son días de perdonar, de compartir, de consolar, de transigir, de respetar y sobre todo de intentar hacer felices a todos los que están a nuestro alrededor.

A todos los que hacen posible “El Correo de Extremadura” y a todos sus lectores, FELIZ NAVIDAD y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD.