La feminización de la política

Nadie puede negar la evidencia de que algunos representantes políticos saben cómo hacer sus declaraciones públicas. Para bien y para mal. Es una ventaja, aunque con riesgo, si se necesita, por mor de los votos, ser conocido. Ha pasado tiempo desde que un gran parlamentario me explicara lo difícil de mantener un equilibrio entre decir cosas sensatas y mantenerse en candelero en las audiencias. Supongo que algo parecido le ocurre al buen periodista. Pero no quiero hablar de todo lo anterior, sino de algo llegado a la plaza pública y que los ortodoxos no han tardado en despreciar: la importancia de saber cuidar a tus próximos, en la vida política.

No es algo específico de las mujeres, aunque luego volveremos sobre ello, Rajoy, por ejemplo, lo practica en el regate corto. Y aún no sabiendo si lo hace por afecto personal, por sentido de grupo o por prudencia y astucia, lo cierto es que lo lleva a efecto, en la mayoría de las situaciones y es seguro que tiene una gran parte de influencia en la consolidación de su autoridad dentro de su propio partido y dentro de España.

Que nadie se me tire al cuello. Quien me conoce sabe, quizá por deformación profesional, que no soy nada mitómana. De nada, ni de nadie. La vida es la que es y no soy dada a falsas aclamaciones que, a la postre, conducen a sentimientos gregarios. En mi trabajo de desentrañar conocimientos e ideas para que las comprendan otros, es preciso llegar al extremo y al origen, sin exultaciones y entusiasmos gratis. Es preciso meter la mano en la herida, como hizo el apóstol Tomás, para creer.

Se supone que "construir comunidad" interesa al ideario. Cuantos más sean los que lo defiendan sinceramente, mejor. Pero han de convencerse de que tienen un tronco común al que agarrarse, del árbol de todos, presa de soles alegres pero también de tormentas fuertes y devastadoras. Y ahí entran las mujeres. O debieran entrar con empuje, liderando. Y no sólo ellas, también los varones que reconozcan la importancia de trabajar en una política en torno a la interdependencia de los unos y los otros. Con las virtudes propias de ese tipo de esquema.

Dice María Eugenia R. Palop, (Titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid) que "feminizar" la política es "construirla" con "lo relacional en el centro ". Escribe: "no entendemos la política únicamente como el arte de administrar los recursos de forma calculada, ni como una actividad administrativa y managerial...sino también como una actividad orientada a cultivar la solidaridad, las emociones positivas y los sentimientos morales...". Y continúa: "...cuando hablamos de feminización de la política, hablamos de una identidad narrativa porque pensamos que, como señala Honneth, nuestro proyecto de realización personal depende de nuestra capacidad de (re)conocer y (re)construir una relación de reconocimiento con el mundo, y sin tal reconocimiento, no es posible ni la autoconsciencia, ni la autoestima".

¿No les parece que la experiencia de las mujeres en la historia común de las civilizaciones, las hace hábiles en este territorio? No les parece que podría aplicarse con éxito esa experiencia lograda en espacios privados, a situaciones públicas? La ética del cuidado y de la responsabilidad con los que tenemos alrededor, como virtudes cívicas (dice R. Palop).