“Sin sentimiento de respeto, no hay forma de distinguir los hombres de las bestias”.
Esta contundente afirmación, pertenece al gran pensador y filósofo chino, Confucio; y podía aplicarse en la actualidad, al clima que se está instalando en la sociedad española últimamente.
La radicalización extrema de las ideas, nos está llevando a situaciones que producen alarma por su sectarismo e intransigencia.
Recientemente, hemos asistido a la negativa de un grupo parlamentario, a conceder un minuto de silencio como muestra de respeto a una parlamentaria, que hacía pocas horas había fallecido. Hemos visto declaraciones, pidiendo la muerte de un niño afectado de cáncer, por sus gustos taurinos. Hemos asistido en internet, a infames burlas y expresiones ofensivas a las víctimas del terrorismo. Hemos visto, a muchos medios de comunicación, por cuestiones partidistas, ignorar la presunción de inocencia, y afanarse en condenar sin pruebas ni condena judicial públicamente, a los que son de una ideología contraria.
Podríamos estar largo tiempo enumerando, muestras de odio al bando contrario, que se está asentando colectivamente en la forma de relacionarnos, y nos está haciendo olvidar la tolerancia y el respeto a los demás, con actitudes dogmáticas.
Hoy, es difícil tener una conversación sobre política, sin que se pueda convertir en un campo de batalla, donde los contendientes llegan a usar el insulto, las palabras ofensivas y, a veces, la agresión física (esto se ve más en las redes sociales, donde se guardan menos las formas). Existen para algunos, ciertos asuntos dogmáticos, que nadie puede poner en cuestión o que no admiten matización alguna. Tener ciertas ideas políticas, puede llevarte a la estigmatización, tener ciertas ideas religiosas también, y si puntualizas algo sobre ciertos dogmas ideológicos, serás catalogado con esos calificativos que se han puesto de moda.
Gran parte de la sociedad, se está instalando en el fundamentalismo ideológico y se están transformando en hooligans, que defienden una causa sin saber por qué. La única razón para el confrontamiento, es pertenecer a un bando y suponer, que si no piensa igual, eres su enemigo. Si llevas una etiqueta diferente a la suya, eres el blanco de sus iras.
Espero que la sociedad se dé cuenta, de que las diferencias no están destinadas a dividir, sino a enriquecer; y que hay ciertos valores como el amor, el honor, la amistad o el respeto, que no se obtienen perteneciendo a una tribu, sino que debemos ganarlos cada uno con nuestra actitud con los demás.
¿De qué vale proclamar las libertades y los derechos humanos, si en la realidad los estamos negando con nuestra intolerancia?