Cuando leí este titular, me emocioné. La prensa nacional abría portada con la abstención de los cuatro diputados socialistas extremeños.
En el Hoy y en el Periódico de Extremadura venían detalladas las inversiones: Autovía Cáceres-Badajoz, con la mitad garantizada en la legislatura. La Badajoz-Granada, desde la capital hasta Zafra, La Comunidad Valenciana- Extremadura, desde La Autovía a Santa Amalia y a Navalvillar de Pela y me gustó la autovía Badajoz- Olivenza, porque es la que màs siniestros tiene. Además venían partidas para recuperar Castillos, nuevos institutos, Un plan especial de Empleo, el ferrocarril…
La prensa internacional también hablaba de nosotros. El Financial Times literalmente decía “ El presidente de Extremadura da estabilidad al gobierno de España a cambio de inversiones históricas en su región”.
Entonces arrancó un Land Rover junto a la ventana de mi casa de Malcocinado y desperté. Me levanté con el sueño vivo en la memoria y tuve que irme a desayunar a Azuaga, a esa preciosa librería cafetería de Alejandría, para que mi enfado remitiese.
Estaba enfadado. Estaba enfadado porque no sé porque cuatro diputados extremeños valen menos que una diputada canaria. Una sola diputada canaria había negociado importantes inversiones para su tierra a cambio de la abstención y os puedo garantizar que aquí, en Extremadura, hacen falta las inversiones tanto o màs que en Canarias.
Como ya dije en mi anterior artículo sobre España, mala madre para Extremadura, que habéis leído más de 50.000 personas, nosotros, los más españoles de los españoles, siempre ponemos a España por delante de Extremadura. Somos tan corresponsables de nuestro abandono como los gobernantes de Madrid.
Hemos tenido una ocasión histórica de poner a Extremadura por delante, con la fortuna de que además España ganaba. Extremadura necesita inversiones Extraordinarias para ser lo que podemos ser y esas inversiones se consiguen negociando desde una posición de necesidad de una parte y fuerza de la otra, como, curiosamente, pasa ahora.
Pues como decimos en Malcocinado “Ahora o nunca o ¿Quién dijo miedo?”.