Todos hemos podido asistir atónitos, al espectáculo producido este sábado 1 de octubre, con motivo de la celebración del Comité Federal del PSOE, que tuvo como consecuencia la dimisión del hasta entonces Secretario General, Pedro Sánchez.
Este sainete entre compañeros de partido, con abucheos a unos y aplausos a otros, es una clara muestra del radicalismo de parte de la militancia socialista, un radicalismo sin argumentos, con un discurso aprendido y con un mantra basado en el “No es NO”, que ha sido repetido hasta la saciedad y que, muy lejos de buscar entendimientos, pretende equiparar la abstención al apoyo y, que se fundamenta, en la famosa frase de Izeta “Pedro, por favor, líbranos de Rajoy”.
Los militantes presentes a las puertas de la sede, que no dudaban en llamar fascista a Felipe González, o traidores a los antes aclamados “barones”, son una evidencia del declive intelectual que se ha producido en algunos militantes del PSOE, últimamente. Existe una corriente bastante numerosa dentro del partido que se ha “podemizado”, que ha adoptado el populismo y el radicalismo, y que piensa que cualquier cosa es mejor que pactar con el PP. Como ejemplo de ello, tenemos los inconcebibles pactos que se produjeron en las autonómicas y municipales, que dieron la alcaldía de Cádiz, de Madrid o de Badalona a Podemos, contando con el apoyo del PSOE, o los acuerdos en Valencia, en Zaragoza, o incluso en Barcelona, entre ambas formaciones políticas.
El sentido común del Partido Socialista, debería pasar por dar estabilidad a España y, con su abstención, posibilitar la investidura de Rajoy. Además, sería la mejor situación para el PSOE, pues el nuevo gobierno tendría necesariamente que contar con él, y tendría que negociar cada nueva ley.
El único dirigente socialista que se ha postulado con claridad al respecto, es Fernández Vara, y el que ha descubierto algunas diferencias entre la militancia del PSOE y su electorado, es él. Una prueba de que el electorado del PSOE no se corresponde, en gran parte, con su militancia, son los resultados que se han producido en las dos últimas elecciones generales y regionales, que hemos tenido en menos de un año, y que han sido una progresiva retirada de apoyo en las urnas de los votantes socialistas.
Entiendo que muchos se preguntarán si no es posible llegar a un punto de encuentro programático con el PP, no sin antes negociar y ceder ambos, para llegar a un acuerdo.
Lo cierto es que el PSOE es ahora mismo una olla a presión, que no se encuentra en disposición de afrontar unas nuevas elecciones, que tendrían como resultado un cantado sorpaso de aquellos que le intentan adelantar por la izquierda, y que debe elegir entre alimentar parte a su militancia o mantener a su electorado.
