Los intermediarios que, a veces nos representan, y, a veces, nos suplantan, merecen una breve reflexión sobre su función y necesidad. Hasta Dios tiene sus representantes e “intermediarios” que, algunas veces, se hacen dueños de las llaves del cielo.
Los intermediarios son muy mal vistos por los agricultores, pues cobran mucho más que ellos por sus productos. La necesidad de tener intermediarios en tantos órdenes de la vida, está condicionada por la imposibilidad de estar en varios sitios a la vez. El actuar en representación de alguien, conlleva el riesgo de ser suplantados, y que el representante actúe por su cuenta, como si fuera el dueño.
En política, los representantes, a veces manejan el voto, sin tener en cuenta la voluntad del votante, y hacen que los votos de la derecha, vayan para la izquierda o viceversa, y que los votos de los constitucionalistas, vayan para los separatistas. Este peligro se está dando ahora en la formación del Gobierno, y sería un gran fraude colectivo, con graves consecuencias, si ocurriera así. Esos representantes ¿NOS REPRESENTAN, o trapichean con nuestros votos?
La actuación más segura, sería la del voto que se ejerce directamente por cada individuo. Cuando los representantes prescinden de los representados, hay una estafa al que le dio el poder y la representación. Por eso, habría que pensar en el voto personal, sin intérpretes ni intermediarios, que puedan manejar nuestra voluntad política y decidir por nosotros.
Los asuntos importantes, en lo posible, se debería votar directamente por el pueblo. Aunque haya dificultades, la técnica camina en la dirección de hacer posible el voto directo, para que no se pudiera perder en el camino, y se pueda cambiar la voluntad del votante, manipulando su voto.
Lo más sagrado y “radical” de la democracia, es el voto individual. Cualquier manipulación nos lleva a la trampa y a la corrupción de la democracia.