ESTO que ahora no son
sino flores rotas
para tu ausencia deshojada.
Para tu despedida de olvido.
Esto que ahora sólo son ratos perdidos
con los que brindar por ti
como viejo ambulante al que tu mano
ungiera de silencio.
Ruinosa superficie de silencio. Tal vez.
Aunque nada servirá: Ni lágrimas
ni fuego colectivo de cartas y fotografías.
Ni coser descoser y volver a deshacer
los lazos de tu piel
que marzo siempre nos grababa
con góticas iniciales.
Qué sueños encontrar ahora
en náufragas botellas
arrojadas
al color océano de tus ojos.
Pese a tanto y todo
escríbeme siempre mensajes de amor
entre cualquier vino que bebas.
En cualquier mensaje
envíame tu propia sed.
Derrámame todo el azul del agua
que el mar no supo ni pudo
transferirnos vía constelaciones.
Deshójame en guirnaldas
a través de los espejos
que aún esconden tus trenzas alabadas.
Los espejos lo saben todo
acerca de esta soledad de ti
que tanto me tortura.
Culpable tú de tal terco abandono
al que me tienes sometido
en pleno centro de los jardines de Babilonia.
Y en los barcos que surcan la savia
de los árboles frutales
que sembraron tus dedos como abriles.
Culpable sin remedio tú
de tristísimas tardes
que en antorchas prenden
esta ausencia cruel y permanente
a lo largo y ancho de toda la lejanía
como acostumbras
a poner ente el Este y el Oeste
de mis brazos.