Medio año sin gobierno. Se dice pronto.
Probablemente, quienes redactaron la Constitución de 1978 no podían prever que la ambigüedad de algunos de sus artículos y la laxitud de algunos de sus reglamentos nos iban a traer de cabeza porque ¿quién podía imaginar hace cuarenta años que un candidato nombrado por el Rey de España para presentarse al Debate de Investidura podía rehuir en el último momento el compromiso o que, sin quemar esa etapa, no puede haber disolución de las Cortes y nuevas elecciones, dándose el caso de que si nadie acudiese a ese trámite parlamentario podríamos tener unas Cortes legislando ad infinitum? En este caso, y solo tras la muerte de todos los diputados y sus suplentes en las listas, podríamos volver a las urnas los españoles.
Tampoco se podían imaginar los legisladores constitucionales que tal vez fuéramos a votar en Navidad o que la Presidenta del Congreso iba a estar tan sumisa al poder ejecutivo que una de sus atribuciones “ exclusivas” – convocar los Plenos, en este caso de investidura – ha dependido enteramente del señor Rajoy: él ha decidido cuándo y a qué hora. Él, que no debería poder tomar esa decisión.
Sí. En este medio año de gobierno en funciones se ha demostrado que tenemos muchas cosas que revisar en nuestro ordenamiento constitucional. La crisis económica ha derivado, cosa inevitable, en crisis política y de legitimidad y de estas hemos llegado a la crisis institucional y legalista..
Sin gobierno. Sin Cortes en pleno rendimiento. Sin leyes. Sin capacidad de actuación. Tal es el panorama de este país, que pese a todo sigue funcionando medianamente porque la maquinaria del Estado – es decir, su burocracia – resiste bien estos embates e incertidumbres.
Y pese a todo deberíamos tener prisa. Nos urge derogar leyes del gobierno absolutista de Mariano Rajoy (2011-2015) como la Ley de Educación, la Ley de Reforma Laboral o la Ley de Seguridad Pública, por citar tres. Hay, teóricamente, una mayoría parlamentaria suficiente para borrar de un plumazo estas tres normas que concitaron en la calle tanto rechazo.
También deberíamos estar hablando de cómo modificar las leyes de vivienda para impedir que familias humildes tengan que enfrentarse a los desahucios o legislar una Renta Básica para que todo ciudadano tenga derecho a un mínimo vital. Tenemos que recuperar la sanidad pública y devolver derechos a los ciudadanos más jodidos, empezando por los inmigrantes que, hoy por hoy, carecen del derecho a la salud.
Hay prisa, mucha prisa. Pero los tiempos políticos no parecen corresponderse con las urgencia ciudadanas, por eso nos encontramos a un Rajoy en el fondo satisfecho con lo que hay – en funciones, pero sigue gobernando – que hasta nos ha confesado que ha pasado todas las mañanas y las tardes de estas dos semanas disfrutando de las Olimpiadas.
¡Sí! El mismo hombre que cada vez que sale en la tele nos dice que tiene prisa por formar gobierno.
