¿Hay alguien ahí?

- Hola, ¿hay alguien ahí? ¿Me escuchan?...

Se oye el más absoluto silencio.

- No, no parece que haya nadie. De todas formas empezare con mi relato, por si acaso:

La última fecha que recuerdo es un 14 de diciembre del año 1955. Creo que llevo aquí dos días, aunque, a veces, se me hace una eternidad. Tengo mucho frío y apenas puedo moverme. Una punzada en el costado izquierdo dificulta mi respiración. Todo está oscuro y no oigo ningún ruido. No sé cómo llegue hasta aquí. Me duele la garganta de gritar durante horas, no consigo sentir las piernas y los brazos. La cabeza me estalla, estoy muerto de miedo pero no puedo rendirme. He de aguantar como sea, aunque el hambre, hace que el estómago me reviente y la perspectiva de devorar mi propio dedo, empieza a dejar de ser un espanto. El aire cada vez se vuelve más enrarecido, escaso. Entre punzada y punzada cuento mis respiraciones despacio, uno respira, dos inspira, uno coge lento el aire, dos suelta poco a poco la vida. Las lágrimas amargas ya queman demasiado, mi corazón es cenizas. Un momento, ¿no lo oyen, no han escuchado? Por favor digan, ¿esos poc poc, son pasos?

De nuevo el más absoluto silencio.

- ¿Quién anda ahí? No se vaya, por lo que más quiera, se lo ruego. Estoy aquí debajo, preso y encerrado. Por favor, por favor, no me deje. Oigo su respiración, siento la presión de su peso sobre la caja. Saque mi cuerpo de esta tortura, ¡le juro que ya no lo soporto más! Voy a gritar de nuevo con todas mis fuerzas, ¿hay alguien ahí? He oído pasos...

Se escucha el más terrible silencio.

Poc poc, dos pies andando por el cementerio. Un peso sobre una caja, perteneciente a una chica en las últimas horas, de su último sueño. A unos pocos metros más abajo, una voz desesperada: − ¿hay alguien ahí? −. Ya no es humana, pero él no ceja en su intento. Perteneció a un hombre que se desmayó en un ataúd y se clavó un martillo en el costado. Los que llegaron después creyéndolo cadáver, allí lo enterraron. No sabe que ya no es 1955, sino que han pasado dos años. Pero, cada noche, despierta oyendo pasos y vuelve la angustia, el miedo, la oscuridad, el hambre y sus ganas de comerse el dedo de la mano.

-¿Por favor noto algo, veo unos ojos leyendo, siento unas manos sobre el teclado, quién anda ahí?

FIN