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Opinión-Editorial

Los ciudadanos, estúpidos

13 de Julio | 13:11
Los ciudadanos, estúpidos
Que nadie se rasgue las vestiduras ni empiece a blandir la pluma pretendiendo leer ofensas, porque no trato de insultar a nadie y, si alguien se sintiera ofendido, vayan por delante mis sinceras disculpas.

Es ya conocido que durante la campaña de Bill Clinton en 1992, su estratega electoral, James Carville, pegó un cartel en la oficina de campaña para que todos los colaboradores tuvieran presente cuáles eran los ejes de la campaña diseñada frente a George Bush: “cambio frente a más de lo mismo”; “la economía, estúpido” y “no olvidar el sistema de salud”. Ese chocante “La economía, estúpido”, se convirtió en un lema no oficial en una exitosa campaña que llevaría a Bill Clinton a la presidencia norteamericana y posteriormente se popularizaría utilizándose para todo aquello que se quiere resaltar.

Hoy, ahora, lo más importante en la política española, y por extensión a toda política en cualquier lugar, somos los ciudadanos, nuestras circunstancias personales, nuestras expectativas y planes de futuro y nuestro bienestar. Porque, ahora, además, ha de preverse el futuro y marcar el camino a seguir. Todo está en juego. Nunca mejor dicho, en juego. Porque justo a nuestro lado, en nuestro entorno, estamos padeciendo o podemos empezar a padecer en cualquier momento, los resultados de un juego de chiquillos que a nada conduce de lo que verdaderamente nos importa.

Las urnas han hablado. Lo han hecho por segunda vez en seis meses, que ya está bien. Como era de prever, no han cambiado mucho su criterio; pero si han confirmado posturas, penalizado conductas, cambiado equilibrios, apagado euforias, aliviado temores y puestos a cada uno en su papel. Unos a ser gobierno y otros a ser oposición. Quien no quiera verlo debe hacérselo mirar.

Y tras la resaca, el primer aturdimiento y la vuelta a la realidad, los protagonistas de la actualidad política siguen empecinados en las mismas posiciones que nos llevaron a ese absurdo de tener que repetir las elecciones. Siguen igual. Pecando de bocazas.

En política es importante dejar puertas abiertas que permitan negociar. Es importante no hacer propuestas descabelladas que intenten obligar al adversario a actuar de cierta manera. ¿Por qué? Porque si no lo consigues y no cambia, tú debes cambiar la posición, quedando en ridículo tú y tus maximalismos iniciales. Cuando alguien hace una huelga de hambre es para conseguir el objetivo o morir. Porque el hambre es dura y, si no lo consigue y vuelve a comer, se fracasa y se pierde credibilidad. Cuando uno se encierra en una institución o edificio público reclamando algo, ha de saber cómo salir. Porque si no consigue el objetivo tiene que salir por la puerta de atrás para que no lo vean. Siempre hay que dejar una salida digna disponible. En política, los bocazas no caben.

El “no” a Rajoy era y es excesivo. Las urnas lo han demostrado. Lo era antes y lo es ahora. Porque si no consigues su marcha debes ir hasta el final en tu posición y con todas las consecuencias. Mariano Rajoy y el Partido Popular se han visto fortalecidos frente a ese “no”. Es el único que ha mejorado resultados en las últimas elecciones, mientras que los demás han perdido votos y credibilidad. Persistir en el veto, en el “no es no”, es un grave error.

Los ciudadanos, estúpidos. Estamos hartos ya de tango juego, de tanto maximalismo y de no tener gobierno desde hace más de siete meses. Está en juego la economía del país y, consecuentemente, la inversión, la reforma de las pensiones para que podamos disfrutarlas en el futuro, hacer reformas en el campo laboral que garanticen la creación de empleo de calidad, la mejora de los salarios, hacer proyectos personales de futuro, arreglar el sistema de pensiones para que alguna vez las podamos disfrutar y no solo cotizar. Está en juego el presupuesto y el techo de gastos que Europa exige y muchas otras cuestiones también urgentes.

Los temas importantes están pendientes de que se puedan discutir, debatir, acordar y legislar sobre ellos. Y, sin embargo, estamos todavía vetando a personas y equipos con el solo propósito de quedar encima, de ser el último perro que mea en el árbol. ¿A qué estamos jugando? ¿A qué nos quieren hacer jugar? ¿Qué demonios están haciendo? ¿Para qué?

Y todavía Pablo Iglesias se pregunta por qué Unidos Podemos no mejoró sus resultados. Somos los ciudadanos, estúpido, los que no queremos continuar con un juego que no lleva a nada. Nos preocupa lo cotidiano, lo que más cerca tenemos. Y a eso, estúpido, no le prestáis atención. Pedro Sánchez está encandilado con los cantos de sirena de un Pablo Iglesias que sabe de política lo que ha leído y estudiado. Albert Rivera juega a chico interesante de discoteca que se considera el ombligo de su mundo.

Ya está bien. Preocúpense de los ciudadanos, de lo que de verdad importa. Somos lo que ahora interesa. Y reitero que no os considero estúpidos a ninguno.


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