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Cultura, literatura, historia, música

El beso

7 de Julio | 16:40
El beso
El amor, se transformó en un veneno peligroso que poseyó su sangre, desde el mismo momento, en que creyó ser dueño de sus besos. No se dio cuenta que ella no los regalaba con alegría, sino que eran su canje, su manera de alcanzar un bolsillo generoso.

Tomó su cuerpo una vez y para siempre. Le bastó para emborracharse de Yardena, cuyo nombre era un pecado, por el que estaba dispuesto a pagar su penitencia.

Ayyy, esa noche de luna manchada de rojo...

  • Dime que me quieres, por Dios bendito. Arranca mi alma y haz que sea tuya por entera.
  • Ja ja, tú eres un viajero de paso, uno de tantos.
  • Pero sí mi vida te pertenece, desde la primera letra de aquel tango, ese que me cantaste al oído, mi Yardena.
  • Pobre infeliz, en serio pensaste que era para ti.
  • Sí.
  • No te equivoques, la única diferencia es que tú fuiste la primera cartera.
  • Me has matado el alma y el corazón con tus palabras...
Se fue triste y hundido, notando que le pesaba el cuerpo aun estando vacío. El amor que le corría por las venas, se le antojó demasiado castigo. Sabía amargo y rancio, a un imposible olvido.

La esperó en una esquina sin luz, ni buenas intenciones, con el bolsillo lleno de promesas para ella, de martirios para él.

La vio venir, caminando con esos tacones de aguja que se le clavaban en el espíritu ajado, ya que, sentía que a cada golpe de sus zapatos, a su boca se le escapaba un "te quiero", mientras Yardena, le escupía un rechazo.

Ayyy, aquella noche de luna teñida de rojo...

Cuando ya estaba cerca la llamó:

  • Ven aquí, que hoy traigo muchas monedas.
Se amaron en plena calle, desnudos sus cuerpos, que no sus almas. Una sin pasión, la otra demasiado apasionada.

La cogió de la cintura, le apretó fuerte la boca, en un beso profundo para que no gritara. Con su otra mano le  arrancó de cuajo el corazón, sintiendo que con ello le devolvía su antiguo favor.

Abandonó su hermosa figura, dejando atrás la única dicha conocida. Se fue a  fingir que vivía, pero, en realidad, en su interior, estaba muerto para siempre.

FIN



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