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Opinión-Editorial
SUBEROTECA

La Junta Nacional da Cortia y el el milagro portugués

5 de Julio | 12:11
La Junta Nacional da Cortia  y el el milagro portugués
Esta semana volvemos a adentrarnos en el estudio y conocimiento de algunas de las singularidades del mundo del corcho.

Será en esta ocasión el objeto del debate la causa principal que explica el ordenamiento geoestratégico corchero actual a nivel mundial, y que se caracteriza por la hegemonía del negocio portugués.

Ya hemos comentado en alguna ocasión que el escenario ha cambiado a lo largo de la historia en varias ocasiones por ciertos motivos. De hecho, para algunos expertos, estamos actualmente inmersos en un nuevo período de reestructuración en el que nuestro papel, el español y por ende el extremeño, de ser ciertas las tesis que se establecen, va a quedar relegado prácticamente a la nada en la etapa industrial.

Es importante por lo tanto analizar los motivos que pueden haber conducido a esta penosa situación según nuestra perspectiva para poder establecer, si es posible, un plan de contención urgente que sirva para intentar modificar un destino histórico que a día de hoy parece irremediable.

Sin lugar a dudas, y me remito simplemente a los hechos consumados y visibles ochenta y tantos años después, una de las causas de este nuevo ordenamiento fue el intervencionismo del “Estado Novo” salazarista portugués, con efectos directos a nivel mundial.

Quiero dejar claro que estas líneas no deben ser malinterpretadas como una oda hacia las virtudes de un modelo fascista de gobierno (nada más lejos de la realidad). De hecho, en cierta manera me cuesta adquirir una actitud benevolente y aceptar alguna virtud en el mismo, aunque es preciso ser objetivo en el análisis.

Claramente hay una causa concreta que explicó dicho fenómeno, y no es precisamente el orden disciplinado característico de cualquier régimen autoritario que se implantó en Portugal durante tantos años. Quizás que la única virtud reseñable del propio Salazar fuera el haberse sabido rodear de Gente del Conocimiento para trazar sus políticas económicas, y ahí tuvieron mucho que decir reputados Hombres de Ciencia que asumieron también un papel destacado dentro de la escena política de la época. Entre esas figuras y para nuestro análisis, debemos reseñar la  de un Ingeniero de Montes con mucha culpa del milagro portugués “cortiçeiro”, Joaquim Vieira Natividade. Esta figura es reconocida mundialmente por ser uno de los responsables de que el “Estado Novo” acabase por aceptar al negocio corchero como parte de la propia idiosincrasia del país, y que por lo tanto, se asumiese la gestión del mismo como un asunto de Estado. Natividade fue, junto con Almeida Garret, uno de los  verdaderos motivos de la increíble transformación que la “fileira cortiçeira portuguesa” llevó a cabo durante el segundo tercio del siglo XX, y todo ello gracias a la planificación estructurada de políticas coherentes y definidas al amparo del conocimiento científico.

Entre sus decisiones más acertadas fue la de la creación de una institución clave en este cometido, la Junta Nacional da Cortiça (JNC) que funcionó desde 1930 hasta 1978. Hablamos de  un verdadero “ministerio” al servicio del sector, algo completamente inédito. Me gustaría reseñar que uno de los trabajos de investigación  más singulares sobre esta institución es obra de un joven investigador español que tengo el gusto de conocer, Ignacio García Pereda, autor del libro titulado de la misma manera, y que nos acerca de forma amena al funcionamiento de dicha institución gracias a los testimonios de algunas voces autorizadas que conocieron la labor de la Junta. A él debemos parte del conocimiento adquirido sobre la función clave que desempeñó en su momento la JNC, puesto que no existe mucha literatura científica o divulgativa sobre este tema.

Realmente, la aparición de la JNC fue inevitable, ya que se convirtió en objeto de deseo de gran parte de las partes interesadas que rodeaban al sector, incluyendo las asociaciones empresariales, propietarios de alcornocal y montado y por supuesto la comunidad científica. Todo ello vino acaecido por el brutal impacto que tuvo la crisis de 1929 en “la fileira cortiçeira portuguesa”, ya que las demandas de exportación para el negocio corchero luso cayeron drásticamente tras el crack estadounidense. Hasta ese momento, el sector había podido sobrevivir gracias a la demanda de un producto exclusivo que era requerido por un mercado transformador más consolidado como era el caso del norteamericano, del cuál era dependiente.

Así, la pérdida abrupta de la demanda hizo que el negocio luso se viese forzado a reinventarse así mismo, para de esta manera poder llegar a convertirse en la locomotora que moviera toda la maquinaria corchera a nivel mundial.

Dada la precaria situación en la que se encontraba el sector, cuya posición distaba muy mucho de poder llegar a ser competitivo con sus propios medios, el Estado se vio forzado a asumir un papel relevante en ese camino, y de ello tuvo mucha culpa la labor que Vieira Natividade y de otros colaboradores realizaron desde dentro del régimen, puesto siempre fueron voces reconocidas dentro de la etapa salazarista.

Este fue el origen de la “institucionalización de la investigación corchera”, es decir, la apuesta firme del régimen por la innovación y la captura del conocimiento venido desde la propia industria más innovadora y los laboratorios de otras partes del mundo, principalmente EEUU (el líder hegemónico hasta 1929 como hemos comentado) y también del Reino Unido.

En ese papel de la Gestión del conocimiento aplicado fue imprescindible la labor de los laboratorios de investigación corchera de Almeida Garret en Alcobaça (el primero a nivel mundial sobre productos de corcho, y que funcionó desde 1909 hasta 1984), y el de la propia JNC, comandado por Vieira Natividade. Ambas instituciones sirvieron como punto de encuentro del saber científico mundial a nivel corchero, y de ello se aprovechó el país luso. Fueron además pioneros en la manera de hacer ciencia aplicada, ya que practicaban de una forma muy adelantada para su tiempo la “transferencia” del conocimiento al sector productivo, tanto a nivel forestal como industrial.

Igualmente, no podemos dejar de reseñar el éxito de “las políticas del acondicionamiento industrial”, es decir la discriminación positiva que desde el “Estado Novo” se impuso a favor de ciertos sectores productivos, incluyendo el corchero claro está, y que serviría a la postre para que el negocio cortiçeiro portugués se convirtiera en el líder hegemónico mundial de la rama en pocos años.

Dicen que la historia está condenada a repetirse, no sabemos si esto es un eufemismo o realmente el devenir de los tiempos se rige por esa ley no escrita. Lo que está claro es que debemos mirar en ella para encontrar soluciones, extraer aquellas que más nos convienen e intentar adaptarlas a los nuevos tiempos.

Todas estas últimas reflexiones las hago desde el análisis comparativo inevitable que se puede realizar teniendo en consideración la situación actual y la de 1930, en donde hay demasiadas similitudes. Si tenemos en cuenta los paralelismos, está claro que el negocio corchero extremeño, al menos en su escala industrial, parece estar sufriendo del mismo mal que padeciera el negocio luso en el primer tercio del siglo pasado. Nos encontramos inmersos en una caída libre por diversas circunstancias tal y como hemos explicado en anteriores entregas, incluyendo la imposibilidad de ser competitivos por nuestros propios medios.

En lo positivo debemos añadir que tal y como paso en los años previos al renacer del sector portugués, se respira una cierta necesidad de cambio nunca antes visto en el sector, sensación compartida por otras partes interesadas como son los centros de conocimiento, y que ha dado lugar a la definición de un Plan Estratégico que disfruta de un consenso por parte de todos, el llamado Distrito industrial Corchero, cuyo fin es precisamente el  intentar sembrar las semillas del futuro abordando los problemas de base que tiene el sector, y en donde es un talón de Aquiles la casi nula especialización de nuestras empresas en la terminación y comercialización de productos finales.

Pero dados los retos que nos marcamos, y al igual que sucedió en el caso portugués allá por 1930, se hace imprescindible la presencia de la Administración en esta aventura. Obviamente, y teniendo en cuenta las características actuales, aquella fórmula en sentido estricto es impensable en una economía de mercado libre, aunque sí su filosofía, que es precisamente de la que se impregnan los fenómenos de los distritos industriales que tanto referenciamos algunos.



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