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PSICOLOGEANDO

En defensa de las encuestas

1 de Julio | 13:07
En defensa de las encuestas
Tras los resultados de las elecciones las críticas a los distintos sondeos publicados han aparecido en tromba. Tanto las encuestas publicadas con anterioridad como las que se hicieron a pie de urna el mismo domingo han errado en sus pronósticos. Especialmente para los perdedores, esto crea una sensación de decepción con las distintas empresas demoscópicas, y se acaba pagando el pato con ellas.

Las encuestas se utilizan cada vez más, no sólo para medir la intención de voto de unas elecciones. Son un método fiable para conocer determinados aspectos que sólo se pueden saber preguntándole a la gente. Por ejemplo, si una empresa láctea quiere sacar un nuevo producto a la calle, hace una encuesta y le pregunta a la gente si compraría ese producto o no. Del resultado puede depender que finalmente se comercialice. Es una ventaja que ahorra a las empresas y ajusta la oferta a la demanda de la población.

Se hacen miles de encuestas de todo tipo en nuestro país cada año, y tenemos muchas y buenas empresas dedicadas a hacerlo. Pero son lo que son, encuestas, no oráculos que predicen el futuro. Son una aproximación, y de hecho todas llevan su margen de error publicado. Si varias encuestas dan el mismo resultado podemos afirmar que están bien hechas. Puede que alguna falle por una cuestión de metodología, como en cualquier trabajo hay mejores y peores resultados. Pero la coincidencia de muchas de ellas deja el claro mensaje de que en el momento de preguntar esos eran los resultados esperados. No se puede decir que no se hicieron bien. Más preocupante es la encuesta que se realiza el mismo domingo, aunque aquí la culpa no es otra que la impaciencia de los ciudadanos. No podemos esperar dos horas a saber los resultados y necesitamos una aproximación a las ocho de la tarde. Para eso hay que dejar de encuestar a las siete, y además no se tiene en cuenta el voto por correo. Así que la fiabilidad de esa encuesta es menor que las anteriores.

Además hay determinados efectos en psicología política que son difíciles de medir. El hecho de repetir unas elecciones es un fenómeno nuevo. También el que haya partidos nuevos que hace tan solo seis meses llegaron para quedarse, pero de los que todavía se sabe poco en cuanto al comportamiento de sus votantes. De hecho, lo que realmente ha sido una sorpresa es que Unidos Podemos no aumentara el número de votos, y eso es porque muchos de sus votantes en noviembre ahora no han repetido. Se sabía poco de ellos todavía y era difícil predecir su comportamiento. Aunque las mismas encuestas llevan teniendo en cuenta mucho tiempo la mayor fiabilidad del votante de derechas respecto al de izquierdas.

Y ahora matamos al mensajero. Parece que la culpa ha sido de las encuestas. Porque otro fenómeno interesante de analizar es la pataleta de los perdedores. Aquí hay algo de disonancia cognitiva: si yo soy bueno y la gente no me vota es que no han entendido mi mensaje o es que la gente es tonta, o incluso es que han hecho trampas. Porque aceptar que la gente es lista y que no hay trampas es aceptar que la gente no me quiere. Y eso es difícil de aceptar. Pero así es este juego. Si se presume de demócratas hay que serlo se gane o se pierda. Lo curioso es que si no hubiera sido por esa expectativa creada por las encuestas, la sensación sería más bien de éxito y no de fracaso, porque el que un Partido con dos años consiga tanta representación es bastante meritorio.

Y esta decepción y sorpresa tiene que ver con la multitud de encuestas que se publican, cada vez más, que crean una expectativa que puede no ser cierta al final. Antes las elecciones eran una absoluta sorpresa, como lo siguen siendo en muchos pueblos, donde no hay sondeos, tan sólo las sensaciones que te hace llegar la gente.

Así que, aunque defiendo claramente el uso de encuestas, creo que confiamos demasiado en ellas y las convertimos en portada de los periódicos cuando deberían aparecer en la sección de sociedad. Al fin y al cabo son un chismorreo. No se equivocan las encuestas, nos equivocamos nosotros cuando nos las creemos al pie de la letra.


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