Me llamo Jaime Ruiz Peña y nací como hermano mayor de una familia numerosa. Hijo de militar y viajero por media España cada vez que mi padre cambiaba de destino al ir ascendiendo.
Entre los platos preferidos que preparaba mi madre cuando llegaba la calor, estaban los tomates y los huevos, con h, rellenos. Los tomates no me hacían mucha gracia pero los huevos rellenos me enloquecían.
Por eso, cuando mi madre estaba terminando de prepararlos, además de rebañar el plato, intentaba capturar uno de aquellos mitadhuevos rellenos e introducirlo entero y directamente en la boca.
Mi madre, que siempre me pillaba, me espetaba la frase del título del artículo: “No me gustan que me toquen los güevos, con g”.
Esta frase quedó dormida en la memoria, hasta que esta extraña campaña electoral me la ha refrescado.
Hace unas semanas la mayoría de los votantes del PSOE estaban bastante desmovilizados, hasta el punto que el propio Pedro Sanchez lo reconoció en público.
Sin embargo, la otra noche, al terminar el mitin que el PSOE dio en Llerena, donde por cierto Guillermo llegó a emocionar (Lo que ha mejorado con el tiempo, de discurso plano, a emotivo), un alcalde socialista de pueblo pequeño, me dijo: Estábamos muertos, aburridos, sin ganas, pero en los últimos días nuestra gente ha dado un respingo.
¿Y eso?, pregunté yo. Pues que “No me gusta que me toquen los huevos, (con h), y este Pablo Iglesias, nos lo toca cada vez que habla. Nos falta el respeto, nos pretende humillar y eso si que no”.
Osea, que el revulsivo electoral para el PSOE, no es ir contra Rajoy sino evitar el Sorpasso.
No será fácil, especialmente en las grandes ciudades, pero cuidado, no hay nada más motivado que un socialista al que le tocan los güevos, con g. Veremos qué pasa.
