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Cultura, literatura, historia, música
(TERCERA PARTE)

La leyenda de las ánimas

15 de Junio | 12:21
La leyenda de las ánimas
Un poco de calma, antes de la tormenta final, el último fulgor se hizo presente. Lo que vieron a continuación, fue la peor de sus pesadillas. La habitación estaba vacía, sin las calabazas que les rogaban, en lastimosos llantos. Ni las telarañas, que querían ahogarlos y llevarlos, hasta lo profundo del espanto. De pronto todo, se había borrado, no quedaba ni rastro, pero el habitáculo, no estaba vacío. Unas sombras negras, andaban por las paredes, salían de la amalgama, de cemento y arena, del techo, del suelo, haciendo crujir la madera. Pero lo peor, al igual que pasara con las calabazas fueron sus voces, les contaban lo siguiente: − Vosotros tenéis la culpa, nos disteis la llave para abrir nuestra desgracia, ¡culpables, culpables, culpables! – parecían una sierra, que te partiera en dos mitades.

El miedo, el pánico, el horror, eran los barrotes de aquella cárcel, de la que se sentían presos. Simplemente, pidieron clemencia. En medio de su abatimiento, apareció otra vez él, Samuel, les habló de nuevo:

  • Todo lo que han olido, visto, escuchado, sentido no es una leyenda. Son las ánimas vivas, las ánimas muertas. Porque aquí, nada es verdad ni nada es mentira. El perfume nauseabundo, es el recuerdo, de lo que dejamos fallecer despacio: la cultura de los libros. Los ruegos de las calabazas, son los lamentos, de que en ellas están encerrados: nuestros dirigentes. Las telarañas, el abrazo cruel, de quienes en ellas se esconde: los corruptos indeseados. Las sombras la suma de ambas, escapando de su culpa, a través de nosotros.
Sí amigos, es lo que todos piensan, que dentro de esos objetos inertes, pagan su condena, seres reales y vivientes. Y el que ustedes, creen, que es esta sala habita, es un ser de la muerte. No tengo edad, no tengo época, todas me pertenecen. Soy un viajero del tiempo, el triste espíritu, del último libro que quedaba, de lo que antiguamente, fue esta biblioteca. Los condenados en vida que aquí moran, son los que me quitaron del medio. Elegí, encarnarme en un niño, porque sin mí, ellos son como melancólicos cadáveres en vida. Díganme, ¿van a esperar cuatro años, para seguir contemplando, La leyenda de las Ánimas?

La expectación era máxima, la reflexión, espero que también lo sea.

FIN



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